El tema del uso de nuestros recursos naturales y del gas de Camisea en particular está en debate; sin embargo, me parece que este se está dando en malos términos: se centra en aspectos jurídicos, geológicos e ideológicos, pero no en términos políticos, referidos a modelos de desarrollo, sus virtudes y defectos. Todo esto es revelador, a mi juicio, de los varios límites que tiene el debate público en nuestro país.
El debate se ha centrado, primero, en un tema jurídico: ¿es legal o no la exportación del gas? No debería ser un tema: si se considera ilegal habría que recurrir a los tribunales, lo que nos lleva a una controversia muy enredada. Segundo, en un tema geológico: ¿cuánto gas hay en el subsuelo? Según los cálculos hay más o hay menos, alcanzará o no para satisfacer los estimados de la demanda interna, que también son parte de la materia en controversia. En realidad, es imposible tener certezas respecto a las cantidades de gas; lo importante es la mirada que tenemos respecto a ellas: o las consideramos una cantidad fija que hay que preservar, o una cantidad variable que resulta de la inversión en exploración. Si pensamos lo segundo, los contratos y su estabilidad resultan fundamentales; si pensamos lo primero, se justifica modificarlos para no perder recursos “estratégicos”.
Estas miradas son resultado de los marcos ideológicos que manejamos: o pensamos que el gas es “estratégico” para promover un proceso de industrialización desde el Estado, o pensamos que es el mercado y sus precios relativos los que deben orientar las actividades económicas. Así, los primeros piensan que los segundos son “entreguistas”, y los segundos piensan que los primeros defienden propuestas fracasadas e inviables.
Pienso que mientras el debate transcurra sobre líneas argumentales jurídicas, geológicas e ideológicas estaremos entrampados, y las discrepancias terminarán imponiéndose por la pura confrontación, por la presión de la movilización en las calles y carreteras, y de los grupos de interés privados en las alturas del Estado, recurriéndose crecientemente a argumentos demagógicos y a descalificaciones de quien piense diferente a uno. Por eso creo que es importante llevar el debate a donde debería estar: a un debate político sobre modelos de desarrollo, que debería estar en el centro de las propuestas de los candidatos a las elecciones regionales, locales y presidenciales de este año y del próximo.
En esa línea, quienes apuestan por el uso del gas para el mercado interno deberían explicarnos cómo evitarán un uso ineficiente de un recurso barato (como el que se está dando con la generación de energía) y quienes apuestan por la inversión y la exportación, cómo harán ese camino políticamente viable, cómo los beneficios privados podrán tener también impactos positivos tangibles para las localidades y regiones que se sienten excluidas de los mismos. Y los ciudadanos decidiremos lo que conviene.
Fuente: La República (04/07/2010)