Nos dejó el notable escritor mexicano Carlos Fuentes, y sobre su legado se han escrito muchas cosas en todo el mundo; obviamente, se ha resaltado el enorme valor de su producción literaria. Aquí yo quisiera comentar algo sobre el Fuentes ensayista político, e intelectual comprometido.
El padre de Fuentes era diplomático, y creció en Buenos Aires, Santiago, Washington D.C., y por supuesto, en Ciudad de México. Creció en un mundo en el que las políticas del New Deal de Franklin D. Roosevelt salvaron a los Estados Unidos y en gran medida al capitalismo mundial, sentaron las bases de los Estados de bienestar y construyeron la legitimidad con la que se enfrentó al fascismo en la segunda guerra mundial. En esos años, el populismo de Lázaro Cárdenas en México intentaba combinar la modernización, el desarrollo económico y la integración social, y abría las puertas del país a los españoles perseguidos por el franquismo, que nutrieron el cosmopolitismo de sus élites y sentaron las bases para las políticas internacionales solidarias con causas progresistas que lo han caracterizado históricamente.
Estas experiencias resultan decisivas para entender al Fuentes ensayista político: identificado con un progresismo liberal y democrático, que entendió América Latina como parte de Iberoamérica, que definió nuestra identidad como la mezcla de nuestra historia y tradiciones más antiguas y míticas, y nuestro componente moderno y occidental (cuestión que se muestra elocuentemente en su novelística), heredado de España, que a su vez es una mezcla de herencias cristianas, árabes y judías, de donde vienen también tradiciones de pensamiento que alimentaron la doctrina de los derechos humanos y el liberalismo. La nuestra sería “una cultura más moderna mientras más arraigada en la tradición” (de lectura especialmente relevante resultan El espejo enterrado, de 1992 y En esto creo, de 2002). Pero no se trata solamente de sus textos. El prestigio literario de Fuentes le permitió convertirse en un actor político en sí mismo, puente entre los políticos latinoamericanos y españoles y europeos dentro del mundo socialdemócrata, y entre Cuba, México, y los Estados Unidos.
Muchos comentaristas han señalado, con acierto, que Fuentes era prácticamente el último representante de una especie en extinción, un producto del siglo XX. El escritor comprometido con ideas claras sobre el rumbo que el mundo debía tomar, y que aconsejaba a Fidel Castro, Felipe González, François Mitterrand, Julio M. Sanguinetti, Ricardo Lagos, Bill Clinton, Massimo D’Alema, o Juan Manuel Santos. Hoy, los escritores no son intelectuales, los políticos ni leen ni admiran a los escritores, la ciudadanía no encumbra a los intelectuales como “conciencia moral” del país. Sus dudas respecto al mundo actual y al futuro quedaron recogidas en el libro El siglo que despierta (2012) donde señala que vivimos “un momento de cambio llamativo, de muchas cosas que yo no entiendo. No entiendo hacia dónde va todo”. Tareas para las nuevas generaciones.
Fuente: La República