La “Marcha por el Agua” no debe ser subestimada. Si el problema crucial en el proyecto Conga es uno de desconfianza, resulta muy desacertada la manera en que el gobierno está enfrentando su negociación. Antes que construir espacios de diálogo y entendimiento con los actores relevantes, que permitan un peritaje creíble que evite un camino de pura confrontación, las señales que se dan muestran intolerancia y poca transparencia.
La falta de iniciativa del nuevo ministro del Ambiente, Manuel Pulgar-Vidal, un experto en estos asuntos, llama la atención. Después de esta marcha, el gobierno debería revaluar sus estrategias; el rumbo actual se parece demasiado al del gobierno anterior, y el desenlace es conocido: pese a la retórica favorable a la gran inversión, el mal manejo de los conflictos termina paralizando los proyectos.
Ahora bien, esta marcha ha sido también ocasión para que sectores de izquierda intenten recomponerse después de su alejamiento del gobierno. Sin embargo, cabe preguntarse si, independientemente de la justicia de esta causa, esta sea la mejor estrategia. Si bien para la cultura de izquierda “recuperar la calle” y representar a los movimientos de protesta constituye casi un acto reflejo, la pregunta es qué diferenciaría esta apuesta de otras detrás de líderes como Alberto Pizango o Nelson Palomino, o de diferentes Frentes de Defensa. Ese camino, si bien refuerza la identidad y presencia en el movimiento social, en el plano electoral y nacional llevó a la marginalidad política.
Supuestamente, los sectores de izquierda que apostaron por Humala lo hicieron en nombre del realismo, apostando a ser gobierno, no solo oposición, a construir mayorías, no solo a representar a los núcleos tradicionales, estando dispuestos para ello a construir alianzas y plataformas amplias.
Lo que los organizadores de la Marcha por el Agua y los sectores de izquierda que la respaldan deben aclarar es cuál es su propuesta de desarrollo para Cajamarca y para el país; porque, como resulta obvio, paralizar el proyecto Conga por sí solo es simplemente mantener el statu quo.
Al respecto resulta muy útil el texto de Waldo Mendoza y José Gallardo, Las barreras al crecimiento económico de Cajamarca (Lima, CIES, 2011), donde muestran que el crecimiento en la región está muy asociado a la minería, que también ha aumentado la desigualdad. La actividad agropecuaria emplea mayoritariamente a la población, pero con muy bajos niveles de productividad. Los problemas están principalmente en la conflictividad social, en la falta de infraestructura y en la debilidad institucional.
Podría decirse que la solución pasaría por cambiar la relación entre Estado, minería y comunidades, y hacer viables proyectos que generen recursos que permitan elevar la productividad, invertir en infraestructura y en fortalecimiento de capacidades. Salomón Lerner, desde la presidencia del Consejo de Ministros, parecía apostar por este camino. ¿No debería intentarse darles continuidad a estos esfuerzos?
Fuente: Diario La República