Durante la gestión de Óscar Valdés como presidente del Consejo de Ministros, diversos analistas señalaban que la derechización del gobierno de Ollanta Humala habría llegado al extremo de haber tomado la decisión de imponer la gran inversión “a toda costa”, para lo cual el endurecimiento y la represión a sangre y fuego de las protestas sociales marcarían un punto de no retorno. Por ello, el presidente habría colocado a personajes muy cercanos a él y a Valdés en los ministerios de Defensa e Interior.
A la luz de la conformación del nuevo Consejo de Ministros presidido por Juan Jiménez, esas lecturas han revelado que carecían de fundamento, y se confirma lo que otros habían señalado: que este es un gobierno pragmático, reactivo, cortoplacista, sin proyecto definido, que responde a las mareas de la opinión pública, sin cuadros políticos propios capaces de enfrentar los desafíos que se presentan. Si el consejo presidido por Lerner cayó por aparecer como desordenado y concesivo, el de Valdés cayó por aparecer rígido e impermeable. El primero habría caído por creer ingenuamente que con el diálogo se solucionaban los problemas; el segundo por creer que la protesta se desactiva con la mano dura. De este modo, Humala ha actuado como el político que es, al igual que antes actuaron García y Toledo: promoverán la inversión, pero no cuando los costos políticos de hacerlo sean excesivos. Esto hasta Yanacocha parece haberlo entendido, y ya se cuenta con el proyecto Quellaveco para mostrar que sí habría casos de “minería responsable”. Y hoy en la PCM y en Interior se habla nuevamente de diálogo, y en Defensa hay un ministro que no es parte del entorno palaciego.
Ahora bien, también habría que reconocerle al gobierno que este pragmatismo podría haber llevado por otros rumbos, como cuando se especuló con la posibilidad de un acercamiento con Solidaridad Nacional. Tal vez este camino no se consumó porque, en realidad, el gobierno no enfrenta propiamente oposición en el Parlamento. Ella está en la calle.
¿Cómo enfrentar el malhumor de la calle? Nuevamente, podría haberse intentado tener ministros más “políticos” que pongan énfasis en comunicación, gestos, golpes efectistas. Por el contrario, el gobierno, en la práctica, ha decidido reforzar una suerte de estilo tecnocrático-social para atenderlas, mediante una combinación de diálogo con los núcleos movilizados y de aplicación de políticas sociales eficientes focalizadas en los más necesitados, que permita justificar el discurso de la “gran transformación gradual y persistente”.
Queda por supuesto en el aire la pregunta de si esta apuesta permitirá oxigenar al gobierno más allá del corto plazo; la apuesta “tecnocrática-social” tiene sus límites, precisamente en la falta de manejo político. En lo inmediato, en los cuestionamientos a la ministra Patricia Salas, se juega la viabilidad de esta apuesta, y lo que ella necesita es responder más políticamente a los cuestionamientos que se le hacen.
Fuente: La República