Desde hace unas semanas está circulando el libro La promesa de la democracia. Marchas y contramarchas del sistema político en el Perú (Lima, Planeta, 2011), de Jaime de Althaus. Uno de los varios méritos del libro es que plantea un diálogo entre el mundo liberal y el del debate público, en el que se ubica el autor, con un mundo más influenciado por el pensamiento de izquierda y por el de las ciencias sociales, algo muy poco frecuente.
De otro lado, La promesa… es un complemento de La revolución capitalista en el Perú (FCE, 2007), en el que analiza cómo la dinámica de crecimiento económico se ve amenazada por los límites de la institucionalidad estatal y por la debilidad de los partidos políticos. En esto también Althaus va mucho más allá del liberalismo superficial que manejan muchos, liberales en lo económico pero autoritarios en lo político; así, el autor se distancia del fujimorismo y plantea que el autoritarismo político no era en absoluto “necesario” para implementar las reformas orientadas al mercado y que, aún peor, explican gran parte de sus límites actuales.
El libro sostiene que nuestra actual democracia se derrumbó en medio de múltiples crisis, circunstancia aprovechada por un líder autoritario como Alberto Fujimori. Este implementó un conjunto de reformas de mercado que explican el crecimiento económico actual, pero cuyo autoritarismo, clientelismo y corrupción impidieron abordar la reforma de un Estado patrimonial y romper con una cultura política paternalista.
Con la caída del fujimorismo tuvimos la posibilidad de fortalecer las instituciones democráticas, pero ello no ocurrió, manifestándose la debilidad de los partidos, y por el contrario se lanzaron iniciativas como la descentralización y el estímulo a la participación, finalmente contraproducentes, dada la ausencia de una ciudadanía plena basada en derechos civiles. La coexistencia entre estas reformas, una dinámica de crecimiento que ha empoderado a sectores tradicionalmente postergados, y actores políticos débiles, ha llevado a un aumento de la conflictividad, en las que gana terreno un discurso radical y autoritario.
La receta para Althaus sería extender la lógica de la reforma económica a la arena política, eliminando el patrimonialismo, el clientelismo, la cultura paternalista y radical. Para esto resultan claves una reforma del Estado, una reforma política, el fortalecimiento de una noción de ciudadanía basada en los derechos de propiedad y la tributación, entre otras cosas. Temas de debate: ¿en realidad se acabó el patrimonialismo económico y subsiste el político, o más bien el segundo llevó a un cambio, pero no desaparición, del primero?
De otro lado, los límites de la ciudadanía en el país, ¿se resuelven con más derechos de propiedad, o es necesario más bien reforzar el ejercicio de derechos sociales? De las respuestas a estas preguntas dependerá la viabilidad de un programa liberal para el país.
Fuente: La República (11/12/2011)