Impresiona recordar el recorrido de Villarán: de una candidata menor y desconocida a la alcaldía a ganadora, con una votación anclada preferentemente en los sectores populares, precisamente donde ahora la desaprobación es más alta; al mismo tiempo, quienes desconfiaban de ella, en los sectores más altos, son ahora quienes están mayoritariamente en contra de la revocatoria.
El encanto inicial de Villarán estuvo en ser percibida como una carismática “luchadora social” cercana al pueblo, no como una “política tradicional”. Sin embargo, desde su triunfo electoral se pudo percibir una tendencia a sobreestimar su respaldo, sus capacidades de gestión, a politizar y leer equivocadamente las expectativas de la ciudadanía, a privilegiar un enfoque “tecnocrático” y no político de los problemas, y a subestimar el poder de sus adversarios, de lo que se ha comentado extensamente. La rápida caída en la aprobación a la gestión se ha buscado enfrentar con un ambicioso programa de inversiones en infraestructura vial, así como con la reforma del transporte público, cuestiones absolutamente necesarias, pero que terminaron alejando a la alcaldesa cada vez más de la imagen con la que ganó las elecciones. Los sucesos de La Parada han acentuado esa lectura.
Analizar estas iniciativas ayuda a terminar de entender el cambio en la demografía de su desaprobación y rechazo a la revocatoria. Los sectores altos, con horizontes temporales más largos, entienden los beneficios a mediano plazo de las reformas y casi no son tocados por los costos en el corto plazo; por el contrario, los sectores más bajos asumen casi enteramente los costos de las reformas. En el caso del transporte, por ejemplo, los sectores altos, en los que prevalece el uso de automóviles, se percibe rápidamente el beneficio que dará la nueva infraestructura vial, el ordenamiento de las rutas y la modernización de las unidades de transporte público. Para los sectores bajos, lo que hay es confusión respecto a las nuevas rutas y sus conexiones, y temor frente a un posible aumento en el costo del transporte y en el tiempo total de traslado; esto porque, si bien el tiempo dentro de las unidades de transporte será menor, el tiempo total puede aumentar por el cambio en las conexiones y el establecimiento de paraderos rígidos. Ojo que la caótica implementación del TranSantiago en el 2007 en Chile es un referente que debe estudiarse de cerca, que llevó incluso a una crisis de gabinete durante el gobierno de Bachelet.
De aquí en adelante la alcaldesa no solo debe comunicar mejor los beneficios de la reforma del transporte y del plan de inversiones en marcha. Debe demostrar a su base electoral original qué otras iniciativas está desarrollando que les darán a los vecinos beneficios tangibles inmediatos y significativos, y recuperar la percepción de “cercanía” que perdió. ¿Cómo así? Reconociendo un “mal comienzo” ha hecho un aprendizaje por el que merece una “segunda oportunidad”.
Fuente: La República (25/11/2012)