¿Cómo evaluar el discurso presidencial del 28 de julio? ¿Desde qué ángulo, con qué unidad de medida? Aquí no seguiré el camino de otros, que contrastan el discurso con lo que a ellos les parece que debió haber sido, sobre la base de su propia definición de lo que debieron ser sus temas y anuncios. Al margen de que uno simpatice o no con estas definiciones, el problema es que se adopta un punto de vista ingenuo; como es obvio, el presidente tiene su propia agenda y objetivos y no es realista esperar que se aparte de ellos. Habría que evaluar entonces asumiendo un poco la lógica del gobierno, y desde allí pensar de qué forma se podría avanzar en temas sustantivos; recordando que es un gobierno de salida, cuya principal responsabilidad es propiciar unas elecciones tranquilas y un traspaso ordenado a las próximas autoridades.
Así, es un avance que el presidente haya abordado su principal desafío político actual, el del gas de Camisea, reconociendo la necesidad de renegociar los contratos, asumiendo algunas banderas de la oposición y lanzando una oferta al sur del país, donde tiene evidentes problemas de legitimidad. Lo que sí me parece claramente criticable es que se reconozca autocríticamente la existencia de tres grandes problemas, corrupción, seguridad ciudadana y descentralización, y que no presente ninguna propuesta al respecto, descargando las responsabilidades en el PJ, la policía y el Congreso.
De otro lado, se criticó la filosofía económica del “chorreo” y se reivindicó el papel de las políticas públicas, cuando lo realizado en este sentido ha sido muy modesto, siendo generosos; se reivindicó también la importancia de la regulación estatal frente a abusos empresariales, pero nuevamente, si algo ha caracterizado este gobierno es una lógica proinversión que ha soslayado un control eficaz de sus operaciones, fuente de la conflictividad social.
Esta suerte de abandono de responsabilidades nos da una pista para entender la lógica con la que ha funcionado este gobierno, y que me parece no ha sido suficientemente atendida: el presidente García ha gobernado muy solo, para bien y para mal. Sin un círculo cercano de asesores, sin su partido, sin un Jefe de Gabinete que cumpla funciones más allá de las de coordinación, sin un equipo de operadores capaces de pasar de la decisión a la implementación.
Esto explica que se hagan anuncios que luego no se concretan, que se decidan cosas que luego se tienen que enmendar o anular, las constantes marchas y contramarchas; también la mediocridad de las políticas públicas, la primacía de la inercia, las oportunidades que se abren para la acción no transparente de lobbies y el desarrollo de redes de corrupción. Pero también explica que el gobierno no haya sido eficaz tampoco en la implementación de los decretos vinculados a concretar el TLC o en la construcción de redes clientelísticas.
Fuente: La República (01/08/2010)