En las últimas dos semanas escribí sobre la izquierda y la derecha en la región. Mientras la primera tiene el desafío de ir más allá de la movilización y la protesta, para asumir las responsabilidades de ser gobierno y desempeñarse eficazmente, la segunda debe ser capaz de ir más allá de la defensa de intereses empresariales y construir una representación popular. Tanto una izquierda como una derecha “orgánicas” deben hacerse un espacio y evitar el riesgo de quedar subsumidas por liderazgos personalistas con estilos populistas.
Cuando estos liderazgos se convierten en fuerzas mayoritarias o en referentes políticos importantes, la izquierda pierde base popular, y se divide entre un sector principista pero marginal, y otro influyente pero cooptado; al mismo tiempo, la estabilidad y fortaleza gubernamental que construyen estos liderazgos le quita espacio a una derecha autónoma, fortalece una relación directa y particularista entre el gobierno y los poderes de facto, aunque supeditada a la voluntad y al pragmatismo del líder.
Los liderazgos populistas tienen algunos rasgos esenciales: la personalización, la ambigüedad ideológica, la construcción de un discurso que crea una polaridad entre el pueblo y sus enemigos, el seguir una lógica de construcción de mayoría, desde la cual se menosprecia la búsqueda de acuerdos o consensos. Si entendemos así a estos liderazgos, encontramos que pueden ser tanto de izquierda como de derecha. Hacer política sobre la base de estos liderazgos ha sido en general muy exitoso en América Latina y en nuestro país.
Desde este punto de vista, hacia la izquierda tenemos a Chávez en Venezuela, Correa en Ecuador, Morales en Bolivia, los Kirchner en Argentina, donde se acosa a la oposición de derecha, se coopta a parte de la izquierda mientras que otra queda reducida a casi la marginalidad política. Hacia la derecha tuvimos a Fujimori en nuestro país, o a Álvaro Uribe en Colombia, que acosaron a la izquierda, cooptaron una buena parte de la derecha, y llevaron a la marginalidad a una derecha liberal democrática. Todos estos líderes, cabe mencionar, exhiben muy distintos grados de personalismo y respeto a la institucionalidad democrática. Allí donde el personalismo y el estilo populista es menor, más fértil el terreno para izquierdas y derechas más programáticas: estos serían los casos de países como Chile, Uruguay, Costa Rica, Brasil desde los años de Cardoso.
¿Y el Perú? En los últimos años, tanto Fujimori como Toledo, García y Humala han sido muy personalistas, y proclives a retóricas populistas, aunque en diverso grado. En todo caso, Fujimori y García acosaron y arrinconaron a la izquierda, y cooptaron a parte de la derecha, debilitando opciones liberales; mientras que Toledo y Humala cooptaron a una parte de la izquierda, debilitando opciones socialistas. ¿Se consolidarán en el futuro opciones de derecha e izquierda más orgánicas? Otra opción es que liderazgos personalistas se institucionalicen. Ya veremos.
Fuente: La República