Quizás el análisis más conciso y a la vez perfecto de la gestión de Alan García sea el siguiente, de Martín Tanaka.
«Así como en su primer gobierno García llegó tarde a las políticas populistas, en su segundo llegó tarde a la ortodoxia neoliberal, cuando lo que estaba en agenda era la combinación de crecimiento con redistribución», considera el catedrático y sociólogo de la Pucp. Lea su análisis aquí.
El final de García
Por: Martín Tanaka
He escrito antes haciendo un balance final del segundo gobierno de Alan García, pero vuelvo al tema, a la luz de otras evaluaciones publicadas en los últimos días. La mayoría de comentaristas, a mi juicio, juzga el desempeño gubernamental considerando cuán lejos o cerca se encuentra de sus propias preferencias; así, quienes se ubican más a la derecha o tienen posiciones más pragmáticas y “decisionistas” tenderán a hacer balances positivos; mientras que quienes se ubican más a la izquierda o tienen posiciones más institucionalistas y liberales, negativos.
Este tipo de razonamiento es legítimo, pero enteramente subjetivo. Y considerando que García “es un personaje (…) sobredimensionado, tanto física como intelectual y anímicamente”, que despierta “odios viscerales”, como dice Enrique Zileri (“El descomunal”, Caretas, 27 de julio), pero también amores y lealtades incondicionales, es evidente que necesitamos un suelo más firme desde el cual mirar el último lustro.
Lo primero que necesitaríamos es tener una mirada más precisa de lo que ocurrió en los últimos años: considérese por ejemplo toda la indignación que despertaron los escándalos vinculados a posibles casos de corrupción, o a la existencia de un pacto entre apristas y fujimoristas, que tendría como objetivo supremo la liberación de Alberto Fujimori. A la fecha, a la luz de la evidencia disponible, se puede constatar una gran distancia entre la imagen apocalíptica que proponían sectores de oposición y lo que efectivamente terminó ocurriendo. Una manera más precisa de juzgar es evaluar qué pasó en el país en los últimos años, y distinguir por áreas: con este criterio, Augusto Álvarez Rodrich (“Ultimo domingo con el presidente García”, LR, 24/7) destaca el crecimiento económico, la caída de la pobreza, la política exterior y la obra pública, pero lamenta la poca acción en el plano del fortalecimiento institucional.
Mi criterio de evaluación es confrontar lo que el presidente debió y pudo haber hecho con lo que efectivamente hizo, siguiendo el criterio de la parábola de los talentos. Las elecciones de 2006 le dieron a García claramente el encargo de poner en el centro la agenda de la inclusión social y no lo hizo, omisión grave considerando un contexto internacional de crecimiento y la implementación de agresivas políticas sociales en todo el continente, en el marco de un “giro a la izquierda”. En otras palabras, así como en su primer gobierno García llegó tarde a las políticas populistas, en su segundo llegó tarde a la ortodoxia neoliberal, cuando lo que estaba en agenda era la combinación de crecimiento con redistribución.
Ahora bien, otra cosa es el criterio del propio García. Para él, lo que cuenta es que Toledo tuvo en julio de 2006 un 33% de aprobación ciudadana, mientras que él obtuvo 42% en julio de 2011. Y si Toledo fue protagonista de las últimas elecciones, García confía en que lo será en las próximas.
Fuente: Diario La República