En las últimas semanas y meses hemos tenido noticia de un conjunto de impactantes acciones de protesta en diversas partes del mundo: desde las movilizaciones en Túnez, Egipto, Libia, Siria y otros países árabes, hasta las de los “indignados” en España e Israel, desde los disturbios y protestas en Inglaterra hasta las movilizaciones de los estudiantes secundarios en Chile.
Se trata ciertamente de sucesos muy disímiles y heterogéneos. En unos casos las acciones colectivas son parte de una propuesta de revolución política o cambio social (países árabes, Chile), en otros se trata de expresiones de descontento que pueden ser pacíficas (“indignados”) o violentas (Inglaterra), pero que no presentan alternativas políticas claras. Ese descontento podrá quedar allí, o podrá ser canalizado por la derecha, si la culpabilidad de los problemas es atribuida a los extranjeros o a políticas de inclusión social, o por la izquierda, si los problemas son adjudicados al funcionamiento desregulado de los mercados y las enormes ganancias obtenidas por unos pocos.
En medio de sus diferencias, estos episodios tienen algunos elementos comunes: ocurren allí donde existe una percepción de injusticia, agravio, un desajuste entre expectativas democráticas, de progreso, de reconocimiento, que se perciben imposibles de ser alcanzadas dentro de los marcos políticos, institucionales, económicos, sociales vigentes. Y también tienen en común que los costos de la organización de acción colectiva se han reducido drásticamente por obra del desarrollo tecnológico. Lo que antes requería una organización muy extensa, que utilizaba a los “volantes” como mecanismo de difusión de consignas y convocatorias, hoy emplea Internet y celulares. De allí que puedan darse movilizaciones muy amplias y relativamente espontáneas sin organizaciones convocantes bien definidas.
En los países del vecindario, parece que la lógica de las protestas sigue todavía patrones más tradicionales. Las protestas estudiantiles en Chile tienen una larga tradición, décadas de acumulación, organización y politización detrás, que aprovechan una coyuntura específica, marcada por un gobierno débil y que encarna los males de una concepción de la educación basada en mecanismos de mercado.
Pero no solo hay protestas contra el neoliberalismo; también contra gobiernos de izquierda. En las últimas semanas también hemos visto grandes movilizaciones de protesta en contra del gobierno de Evo Morales, protagonizadas por organizaciones indígenas y otras, antes cercanas al MAS, que denuncian el incumplimiento de acuerdos y promesas de un gobierno que supuestamente los representaba.
¿Qué pasará en nuestro país? Una primera prueba de fuego que deberá enfrentar el gobierno del presidente Humala es la aprobación e implementación de la Ley de Consulta Previa a los Pueblos Indígenas.
Fuente: La República