Alicia del Águila, autora del libro «La ciudadania corporativa. Politica, constituciones y sufragio en el Perú (1821 – 1896)», fue entrevistada en el portal de noticias La Prensa.pe y explicó los procesos económicos, sociales y políticos que tuvieron lugar en la formación y fortalecimiento de la ciudadanía de los peruanos a inicios de la república. A continuación reproducimos la entrevista.
Por José Miguel Silva
Es cierto que muchas de las investigaciones sobre historia del Perú ubican al siglo XX como pieza clave para entender al país. No obstante, fue durante el siglo previo que se formaron las estructuras básicas para tener lo que hoy es una República con aciertos y errores.
Conversamos con Alicia Del Águila, investigadora que ha publicado La ciudadania corporativa. Politica, constituciones y sufragio en el Perú (1821-1896) (IEP 2013), una muy interesante recopilación de avances y retrocesos en la formación de la ciudadanía peruana.
¿A qué se refiere el término ciudadanía corporativa?
El título alude a un intento de relectura de lo que fue la ciudadanía en el siglo XIX en el Perú. Una ciudadanía que se definió a partir de la tensión del ideal republicano y moderno – de leyes generales que pretendían la igualdad ante la ley – y, por otro lado, el carácter corporativo de la sociedad peruana.
El inicio de la República del Perú coincidió con la poca voluntad de la élite criolla limeña por cambiar el statu quo.
Dentro de ese debate, si hay algo que más o menos queda en consenso es que si bien hubo personajes de la élite que participaron de la independencia, lo que podría decirse es que, en términos generales, no hubo un entusiasmo fervoroso – en un comienzo – por incorporarse a la causa. Y esto por varias razones. En primer lugar, debemos entender el contexto de entonces. La estructura económica para la élite de Lima y varios factores que dificultaron que en la capital se generara un fuerte grito de independencia. Además, está la debilidad y la articulación hacia adentro. Por otro lado, tiene que ver con que buena parte de la élite limeña estaba en el lado realista, etc.
Otro aspecto interesante es la encrucijada en la que estaban los españoles al momento de la independencia. Era apoyar a San Martín para permanecer en la nueva República o retornar para no ser acusado de traidor en España.
Los criollos de la capital tenían lazos muy fuertes con los españoles. Lo que se dio después de la independencia fue una especie de descabezamiento de la élite limeña, sean los españoles o bien familias de criollos vinculados con estos. Los dos ejércitos que vinieron a avanzar la independencia de Sudamérica estaban comandados por extranjeros. No fue una élite limeña el factor de impulso a la independencia como ocurrió en Buenos Aires o Caracas. Eso generó una especie de vacío al momento que comienza la República, pues no hubo una élite dirigente que se articuló con el pueblo en los campos de batalla. Cuando comienza la República encontramos ese vacío de poder.
La participación de los religiosos en la política siempre es importante. ¿Qué tan fuerte fue este factor a inicios del siglo XIX?
Tuvo una importancia considerable en la clase intelectual y en diferentes bandos. Al no haber una clase dominante que tomara el poder luego de la independencia, pues vemos un Legislativo dominado por abogados y clérigos. Algunos de estos últimos estaban en el bando liberal y otros en el conservador (Bartolomé Herrera). Esta participación se dio sobre todo la primera mitad del siglo XIX.
¿Las comunidades indígenas, las menos favorecidas con el cambio del Perú a República, fueron a su vez las que más ayudaron a financiarla?
En buena medida, sí. Los que colaboraban más en términos de tributo directo eran los indígenas y esto les dio una suerte de carta de ciudadanía, por lo menos hasta que se abolió la contribución en 1854. Efectivamente, la idea de que el tributo podría ser una de las alternativas para acceder al derecho al sufragio no es una idea nueva. Esto ya se había dado en la Revolución francesa. La diferencia es que entonces era un tributo mínimo, pero que debía aplicarse a todos para acceder al sufragio. En el Perú podía accederse al sufragio de otras maneras. ¿Qué significa eso? Que no necesariamente había que tributar para poder sufragar. Aquellos que tenían más recursos económicos pero no tributaban también podían acceder al sufragio.
¿De qué manera puede explicarse el intento por formar una soberanía de la inteligencia en el Perú de aquella época?
Este debate no es propio del Perú, se arrastra por lo menos desde Francia y tiene que ver con este dilema de las incipientes democracias. Se plantea a comienzos del siglo XIX. ¿Qué tanto se le podía dar el derecho a estas mayorías que no tienen el tiempo libre para enriquecerse intelectualmente, para leer, para la reflexión y para el tiempo libre que exigía el participar de la opinión pública? Esto tiene que ver con cómo incluir a una ‘multitud sin que esta revierta el orden. Este miedo a las mayorías es el que plantea este debate. En el Perú se expresa todo esto con el discurso de los conservadores como Bartolomé Herrera frente al cual los liberales lograron imponer el discurso de la soberanía del pueblo.
¿En algún momento se intentó definir la ciudadanía por la raza?, ¿de qué manera se intentó esto si, por ejemplo, definir al mestizo era casi imposible?
Es curioso. El único momento en que se estableció un criterio racial para incorporarlo en el derecho de sufragio fue para realizar una excepción o discriminación positiva a favor de los indígenas que, siendo analfabetos y por vivir en pueblos que no tuvieron escuela, se les exceptuaría de esa condición y pudieran sufragar. Esto resulta muy particular del liberalismo romántico de mediados del siglo XIX peruano. Frente a esto, el conservador Bartolomé Herrera pide leyes generales. Cuestiona además ¿qué es un mestizo? Era evidente que eso no estaba claro entonces y que era una carta bajo la manga de los liberales para no dejar fuera de la condición de sufragantes a una inmensa mayoría de la población, en aras de la legitimidad del Estado y en búsqueda de una República inclusiva.
A mitad del siglo XIX se presentaron casos más flagrantes de transacción de votos. ¿Qué tan repetitivo o fuerte fue este hecho en la República de entonces y cuánto afectó la formación de ciudadanía?
La corrupción y el negocio político comenzaron a fluir a mediados del siglo XIX. Ahí empezó a fluir más dinero gracias al auge del boom guanero, el pago de la deuda interna, la corrupción, etc. El gobierno de Echenique es un momento en el cual se potenció la corrupción. Luego viene la revolución de Castilla, que expresa el reclamo de las provincias por el ‘faenón’ que se estaba dando en la capital y en la costa en torno a cómo se repartían los beneficios del boom a espaldas del resto del país. Esto, junto a la ampliación de la ciudadanía, forma el contexto en donde se empieza a dar esta suerte de negocio político, con intermediarios, con una corruptela mucho más evidente.
¿Cuánto influyó el miedo a la masa ciudadana en el desarrollo de las leyes electorales durante el siglo XIX?
No hubo una multitud. Considero que esto emergió en varios momentos. Habría que analizar cada revuelta, cada hecho específicamente. La multitud liderada por los artesanos, la que reclamó contra los abusos de los militares, la que estuvo detrás de la rebelión contra los hermanos Gutiérrez, etc. En algunos casos, hablar de multitud era más hablar de emotividad sobre determinadas circunstancias. Recién en el siglo XX hubo una multitud más politizada.
¿La guerra influyó en el proceso de formación de ciudadanía?
Si bien el hecho de la movilización, de la lucha en torno a una sola causa, en teoría puede ser un elemento aglutinador, el hecho de que esto hubiera terminado en derrota generó una especie de mirada acusadora contra estas multitudes indígenas. Si hubo una resistencia prolongada en el Perú, esta se dio en los andes. Todo esto abonó a que ganara esta suerte de idea de que el país necesitaba un orden centralista, unitario, con un poder limitado de los caudillos. Eso hizo que se confluyera en la reforma electoral del 96 dos cosas: el cerrar la puerta del derecho al sufragio a todos los analfabetos y el centralizar los órganos de toma de decisiones en materia electoral. No es que se eliminara el fraude, sino que este quedó controlado por quien ostentara el poder central.
Llegamos al final del siglo XIX y vemos que el porcentaje de peruanos votantes no llega ni siquiera al 5% de la población total.
Es cierto, aunque debemos tener en cuenta que no votaban los niños y tampoco las mujeres. Si este es el promedio nacional, podemos imaginar en cuánto quedó el porcentaje de sufragantes en los andes. Definitivamente fue bastante menor, se generó un gran desbalance en términos de representación que marcaría la política del siglo XX.
¿Podríamos decir que estuvimos ante medio siglo o quizás un siglo perdido en el diseño de la ciudadanía peruana?
Creo que fue un siglo de formación muy interesante aunque quizás muy poco investigado en la actualidad. Sirve estudiarlo porque brinda luces en torno a las raíces de ciertos problemas estructurales de nuestra República. No diría que fue un siglo perdido, sino de ensayos y de esfuerzos.
Fuente: La Prensa.pe