Lee la columna de nuestro investigador principal, Martín Tanaka ► https://bit.ly/2UWf3PK
Década de los años treinta y cuarenta. Peruano de primera generación, hijo de una familia de emigrados judíos de Moldavia, marcados por las noticias sobre la evolución de la Segunda Guerra Mundial y la persecución judía.
Década de los cincuenta. Cotler, estudiante sanmarquino, se acerca al comunismo, como muchos en su generación. Se involucra en la lucha contra el odriismo. Participa en la revolución de Arequipa en 1950. El activismo y la represión lo llevan a la cárcel, donde coincide con Guillermo Lobatón, el futuro guerrillero del MIR, y se hacen muy amigos. Cotler comparte el rechazo al autoritarismo y la causa de la justicia social, pero no siguió caminos insurreccionales.
50-60. Estudiar en Europa, trabajar en Venezuela y Estados Unidos. Cotler descubre propiamente el mundo, la academia global, los latinoamericanistas extranjeros, los colegas latinoamericanos. De vuelta a Lima, se integra al novísimo Instituto de Estudios Peruanos. Su primer intento de entender el Perú es “La mecánica de la dominación interna y del cambio social” (1968). Tres ideas claves: la necesidad de dar cuenta de las relaciones de explotación, exclusión, discriminación; al mismo tiempo, las cosas están cambiando de manera acelerada; y tres, los explotados están muy segmentados y divididos entre ellos. En una pincelada, la injusticia y su perpetuación. La denuncia y la distancia frente al voluntarismo revolucionario.
1968. Una generación marcada por el mayo francés. Para Cotler, 1968 no es París ni mayo, es Praga, agosto, con los tanques soviéticos aplastando el proceso de liberalización. Va surgiendo el Cotler, digamos, liberal de izquierda.
Los setenta. El velasquismo divide al país, y también al IEP. Cotler critica al velasquismo por autoritario; se promueve la “participación plena”, pero en realidad dentro de moldes controlados por el gobierno. Las críticas al gobierno le valen la deportación. Termina en México, donde escribe “Clases, Estado y nación en el Perú” (1978). En un país como el nuestro, para entender el presente, es imperativo mirar hacia el pasado; la herencia colonial. Y es imperativo mirar la economía, la sociedad, la cultura, la política. Clásico instantáneo.
Los ochenta. El Cotler de izquierda rechaza los límites de una democracia conservadora; al mismo tiempo, también desconfía del mesianismo de García. Entiende rápidamente el peligro que implica Sendero Luminoso. Termina de perfilar su apuesta “Para afirmar la democracia”.
Los noventa: Fujimori encarna mucho de aquello que a Julio le resulta repulsivo. Regresa al activismo político. Participa del Foro Democrático.
Del 2000 en adelante, Cotler asume un poco el rol de “conciencia moral”. Reparte palo por igual a la derecha y a la izquierda. Es la etapa que conocen los más jóvenes. El intelectual de sentencias apodícticas, de condenas morales, de críticas y predicciones.
Se dice que a las grandes figuras hay que homenajearlas en vida. Afortunadamente, tuve la suerte de pronunciar el discurso de orden el día en el que la Universidad Católica le otorgó el grado de doctor honoris causa, en el 2010. También pude acompañarlo cuando recibió el Premio Nacional de Cultura en el 2015, junto a Gonzalo Portocarrero, quien también, lamentablemente, nos dejó hace poco. Quedó pendiente una conversación para comentarle sobre la propuesta de la comisión de reforma política. Me quedo con el apoyo que me dio, la amistad que me regaló, las lecciones aprendidas. La última: el valor y la entereza con los que asumió el deterioro de sus últimos días. Por todo ello, muchas gracias.