Lee la columna escrita por Martín Tanaka, investigador principal del IEP, en el diario El Comercio ► https://bit.ly/3U2wCKL
Dina Boluarte pertenece a esa categoría de personajes que llegaron a la Presidencia de la República por una sucesión imprevisible de eventos azarosos. Personajes que, sin haberse preparado propiamente para ejercer tamaña responsabilidad, tuvieron que asumir el reto sobre la marcha.
Algunos fueron presidentes por accidente en tanto ‘outsiders’ sin mayores expectativas electorales. Alberto Fujimori fue el primero de ellos; podría decirse que Pedro Castillo también, aunque más preciso sería decir que era un personaje haciendo sus pininos en la política nacional. Otros presidentes por accidente han sido propiamente políticos con un recorrido relevante: Valentín Paniagua, elegido con escasos votos, terminó como presidente del Congreso y de allí alcanzó la presidencia. Algo parecido sucedió con Francisco Sagasti, y también con el breve mandato de Manuel Merino. Finalmente, están los vicepresidentes que terminan asumiendo el cargo ante la caída de los presidentes elegidos, como Martín Vizcarra y Dina Boluarte.
En general, los presidentes por accidente asumen el poder en circunstancias muy complicadas y desfavorables, de manera imprevista y súbita. En general, la experiencia previa resulta de ayuda: Paniagua era un político de larga trayectoria, que gozaba del respeto de propios y extraños, y, sin duda, eso ayudó a sacar adelante su gobierno de transición. Sagasti, si bien su experiencia política propiamente dicha era escasa, sí estaba totalmente familiarizado con el mundo político y el mundo de las políticas públicas, y también supo capitalizar esa experiencia. Merino, con larga trayectoria como político regional y congresista, tenía esa experiencia a favor, pero leyó muy mal el escenario que le tocó enfrentar y terminó renunciando a los cinco días. Vizcarra era también un político regional que rápidamente mostró habilidad y ambición para manejarse en escenarios complicados, desarrolló gran iniciativa política y logró redefinir el escenario durante un período, aunque relativamente corto.
La inexperiencia ciertamente es un factor en contra. No es insuperable, sin embargo. Alberto Fujimori no contaba con experiencia política, no contaba con el respaldo de un partido político bien articulado, no contaba con mayoría parlamentaria, enfrentó la crisis hiperinflacionaria y la amenaza del terrorismo. Y, sin embargo, tuvo la suerte, la habilidad, la ambición y la falta de escrúpulos que posibilitaron el autogolpe del 5 de abril de 1992 y que su figura dominara toda la década de los años 90.
Ante la falta de experiencia, una consejería eficaz resulta fundamental para la sobrevivencia política, así como una mínima capacidad del presidente para saber entender el escenario en el que está, y capacidad para aprender y asimilar mensajes. Claramente, Pedro Castillo carecía de esas habilidades y hoy está en el penal de Barbadillo. Boluarte contaba con algo de experiencia política, aunque muy reciente, al llegar a la presidencia, pero claramente su desempeño está quedando muy por debajo de las escasas expectativas que despertó incluso entre quienes la apoyan. Y hoy su presidencia tambalea no por su responsabilidad política por las 49 muertes ocurridas en la represión de protestas sociales legítimas o gruesos errores e inacción en temas cruciales de política pública.