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En la ciudad de Trujillo se acaba de inaugurar una muestra que se constituye como un ejemplo muy concreto sobre recuperación simbólica del patrimonio peruano. Este proyecto es liderado por José Carlos Orrillo Puga y David Mansell Moullin y surgió como reacción ante la destrucción de viejos geoglifos situados en la quebrada Santo Domingo. Este es un lugar ancestral donde los antiguos peruanos asentaron un conjunto de talleres líticos y dibujaron en la tierra diversas y enigmáticas figuras. Algunos piensan que se trata de un centro de observación astronómica y otros de un lugar sagrado para realizar ofrendas rituales. Ahí, y al igual que en las conocidas pampas de Palpa o de Nazca, los pobladores realizaron impresionantes dibujos que solo pueden observarse, en su totalidad, desde fotografías aéreas: ¿Un mensaje a los Dioses? ¿Una escritura dirigida a ellos?
Lo cierto es que, el 11 de abril del 2015, el geoglifo “triple espiral” fue destruido por traficantes de tierras. Un mes antes había sido grabado intacto, utilizando un dron aéreo. Fue una destrucción adrede. Los invasores sabían de su valor arqueológico, pero no les importó destruirlo. Los funcionarios del Ministerio fueron avisados con anterioridad, pero, al igual que los traficantes, no tomaron las medidas necesarias para protegerlo. Hay pruebas que la prensa local también alertó a la población y a las autoridades pero, como suele suceder, nadie hizo nada.
Intangible surgió entonces como un proyecto para llamar la atención sobre la destrucción del patrimonio pero, sobre todo, para intentar restaurarlo en el imaginario colectivo. Se trata de un proyecto que no quiere quedarse en la simple denuncia, sino que hace algo con el objeto perdido e intenta recuperarlo en todas sus intensidades simbólicas. El trailer del proyecto puede verse aquí:
A través de distintas intervenciones en el paisaje urbano y rural de la región, el proyecto se ha propuesto revivir al “triple espiral”. Las intervenciones han consistido en volver a dibujarlo, o proyectarlo, en algún espacio público. Utilizando distintos tipos de soportes (fotografías diversas, videos, proyecciones) y promoviendo eventos en distintos lugares, el proyecto ha conseguido posicionar su reclamo y difundir no solo una nueva práctica de acción política, sino también una nueva estrategia estética en la esfera pública del norte del Perú.
La intervención más impactante fue la proyección de la imagen sobre el frontis de la sede de la Dirección Desconcentrada de Cultura de la Libertad, órgano del Ministerio de Cultura. Consistió en proyectar, en sus paredes, la huella del geoglifo como un testimonio (o testamento) de lo perdido. Al parecer, nadie, en esa institución, tuvo voluntad para defender el geoglifo y, como suele suceder, las acciones efectivas ocurrieron cuando la destrucción ya había ocurrido.
La imagen del “triple espiral” fue también proyectada sobre el frontis de la Corte Superior de Justicia a razón de que dicho atentado sigue impune y tampoco ha existido ninguna voluntad por investigar a los responsables y el expediente judicial sigue estancado en sus oficinas. Esta proyección volvió a nombrar sobre cómo la impunidad siempre termina imponiéndose en nuestro país.
Más allá de ellas, la difusión de la imagen del geoglifo se ha venido multiplicando en el tiempo. Por ejemplo, en el propio pueblo de Santo Domingo se ha conseguido pintar esa imagen del “triple espiral”, nada menos, que en la fachada de la Municipalidad. Gracias a una buena coordinación con el alcalde, fue impreso como un gesto de reparación simbólica y, desde ese momento, muchos pobladores han comenzado a preguntar por ella y a interesarse más por la historia local. Más aún, en el colegio del pueblo, el IE 81526, el “tiple espiral” también ha sido dibujado frente a la puerta principal y esta acción ha permitido realizar varios talleres con los niños y hasta un celebrado concurso de dibujo titulado “Reedescubriendo el patrimonio cultural de Santo Domingo” donde participaron estudiantes de primaria y secundaria.
En el Perú, muchas veces la población no ha reconocido el patrimonio como suyo por la falta de políticas culturales, por una política educativa poco intercultural y por un pésimo posicionamiento del Estado ante un supuesto “resguardo” que nunca ha funcionado como tal y que, más bien, ha facilitado su destrucción o deterioro. La lección que es preciso aprender radica en afirmar que el patrimonio debe estar resignificándose según los usos y las necesidades de las poblaciones involucradas con él. La emocionante inauguración de la muestra puede verse aquí:
Sin duda alguna, esta es una de las intervenciones más contundentes y hermosas de todas las que se vienen realizando en el Perú. Su contundencia simbólica surge de su estrategia formal, pero además de su terca apuesta educativa. La proyección del geoglifo sirve para llevar la memoria histórica a muchos otros lugares y cumplir funciones de denuncia, pero también de pregunta sobre el rol del pasado sobre el presente. Este es un trabajo activista, pero igualmente artístico. José Carlos Orillo y David Mansell Moullin recuperan una energía ancestral y la esparcen sin miedo por muchos lugares. Han descubierto una huella primordial de la historia colectiva y -con elegancia- vuelven a imprimirla, tercamente, en nuestro presente.