Lee la columna de nuestra investigadora principal, Carolina Trivelli ► https://bit.ly/2HErQ31
El mundo avanza rápidamente hacia el uso de dinero móvil. Está probado que usar los teléfonos móviles para hacer transacciones ayuda a que nuestras economías –la de cada usuario y la del país– funcionen mejor, crezcan y sean más justas.
GSMA (la asociación global de operadores de telefonía móvil) reportó que en el 2018 globalmente había 866 millones de usuarios de dinero móvil, 20% más que en el 2017. En el 2018, la industria de dinero móvil procesó transacciones por un valor de US$41 mil millones, 17% más que en el 2017. El 75% de lo transado se explica por tres transacciones: depósito (cash in), transferencias entre personas (P2P) y retiros (cash out), lo que revela que es una industria que digitaliza, pero que convierte y reconvierte efectivo en dinero móvil y por ello aún depende fuertemente de su red de más de 6,6 millones de agentes.
Los campeones de esta industria están en África y en el sur de Asia. Ahí están el 78% de los clientes activos.
¿Cómo nos va en América Latina? No muy bien. En la región tenemos apenas 3% de los usuarios registrados globalmente y movemos solo el 2,3% del monto transado en los sistemas de dinero móvil. Tenemos 28 operaciones de dinero móvil con 27 millones de usuarios registrados (en promedio menos de 1 millón por operación) y un volumen de transacciones totales de US$945 millones en el 2018 (8% menos que en el 2017).
La pregunta se cae de madura: ¿por qué si tener sistemas de dinero móvil es bueno para las personas, para el crecimiento, para la formalización y para reducir las desigualdades, estos no logran desarrollarse en nuestra región cuando en otras regiones avanzan rápidamente?
No es un tema de tecnología. La tecnología está ahí, cada vez más versátil y a menor costo. Tampoco es un tema de regulación, pues la mayor parte de los países de la región tienen buenas regulaciones que incluso se han flexibilizado para crear un entorno conducente para el dinero móvil.
Las condiciones más bien son buenas, hay alta penetración de telefonía e Internet, una demanda insatisfecha enorme –el uso de efectivo sigue siendo la norma–, el costo de los servicios móviles ha bajado y las redes de variados tipos de agentes han crecido. Aun así, vamos rezagados.
Hay que hacer más, estamos desaprovechando oportunidades. En el Perú podríamos comenzar por retomar acciones que ya demostraron ser efectivas: poner el tema en la agenda pública y del sector privado y en las metas de país, y sentar a todos los actores (operadores de telefonía, entidades financieras, reguladores –SBS, Osiptel y Banco Central–, empresas de pagos, MEF, Midis, Minedu) y definir, priorizar e implementar acciones articuladas para activar los sistemas de pagos móviles. Teníamos avances en esta línea en el marco de la Estrategia de Inclusión Financiera que hoy está olvidada y seguro ya desactualizada. ¿Actualizamos? ¿Retomamos?
Con mejores sistemas de transacciones y pagos ganamos todos, solo pierden la delincuencia, la ilegalidad y la informalidad.