Me preguntaron hace muy poco si consideraba que los docentes peruanos estaban preparados para atender acciones de bullying. Mi respuesta inmediata fue no. Busqué las razones detrás de aquella respuesta automática e identifiqué que es difícil para cualquier persona presenciar una situación de violencia teñida de abuso y que es más complicado aún manejarla adecuadamente. La violencia y el abuso generan indignación y la indignación no controlada produce también violencia. Identifiqué también que no solo los docentes peruanos no cuentan con los instrumentos para atender situaciones de acoso y agresión entre estudiantes, sino que en general los docentes latinoamericanos no lo están. Y claro, la razón más elemental es que los docentes no se forman en estrategias para atender el bullying.
Aunque es altamente probable que el bullying haya existido siempre, su actual exposición pública ha logrado que el Congreso de la República promulgue, hace casi un año, la Ley N° 29719. Esta norma permite que las escuelas cuenten con profesionales en psicología que ayuden en el diagnóstico y tratamiento del bullying, y convoca a la comunidad educativa a trabajar activamente en la búsqueda de una convivencia escolar pacífica. Todo este contexto ha servido además para que el Ministerio de Educación elabore orientaciones curriculares y de gestión específicas para abordar el tema, y que psicólogas como María Amalia Puccinelli, Luisa Ramirez-Gastón y Ximena Rivera publiquen un muy completo manual de prevención e intervención en la escuela para el no bullying.
No obstante, esta visibilización del bullying debiera ser una nueva oportunidad para discutir sobre qué asuntos educativos son prioritarios para el sistema educativo, para los directores y docentes, y para la sociedad en general. La terca carrera iniciada por las escuelas para alcanzar las metas impuestas en los estándares de rendimiento no debe hacerlas olvidar que la sociedad está exigiendo también que los estudiantes desarrollen competencias ciudadanas y de convivencia democrática.
Tanto el marco normativo diseñado, así como los materiales producidos son un gran paso en la lucha contra el bullying escolar. Es importante también que el Ministerio de Educación haya colocado este tema en la agenda educativa (espero que haya decidido colocarlo también en la formación docente). La responsabilidad de monitorear permanentemente la violencia y el acoso en las escuelas es del Ministerio de Educación y el compromiso de todos nosotros es comprender que no bullying es también calidad educativa.
Nota. Versión corregida del artículo publicado ene el diario El Comercio el 04 de junio de 2012.