Lee la columna de nuestra investigadora principal, Carolina Trivelli ►https://bit.ly/2X0UG0Y
El presidente Martín Vizcarra y la ministra de Educación, Flor Pablo, participaron en el Foro Regional de Juventud de Lima Metropolitana, sesión preparatoria de la Política Nacional de Juventud.
Este foro es uno de los 26 que organiza la Secretaría Nacional de la Juventud, en el que cientos de líderes juveniles participan para proponer las bases para la Política Nacional de Juventud. Tres hechos a destacar: el interés y respaldo del presidente y la ministra en la juventud (que representa un cuarto de la población); el que la elaboración de política incluya consultas y diálogos con los involucrados, los jóvenes; y que estos diálogos sean en todas las regiones. Buenas noticias para ellos.
Los jóvenes peruanos enfrentan varios desafíos para transitar hacia la adultez. Tienen que culminar sus estudios secundarios, optar por seguir estudiando (formación técnica o universitaria), trabajar o emprender un negocio. Ser joven es estar en una transición donde se juega buena parte de su futuro.
La mayor parte de las acciones a favor de los jóvenes se centra en asegurarles una formación para que luego puedan insertarse en el mundo del trabajo o del emprendimiento. Eso es muy importante, central, pero debe ser parte de un paquete mayor. Los temas de salud, de prevención del embarazo adolescente y los de salud mental deben ser parte de esta política. También debe incluir incentivos y mecanismos para que participen en la vida pública.
El desafío mayor, sin embargo, es que la política de juventud reconozca la diversidad de situaciones y trayectorias de este sector.
En el Perú hay 1,5 millones de jóvenes rurales y un millón más que viven en pueblos pequeños con vocación rural. Estos 2,5 millones requieren una secundaria, una educación superior y una preparación para el empleo y el emprendimiento distinta a la que requieren los urbanos. El éxito de los jóvenes rurales se juega aquí, y sin ellos, el mundo rural la lleva perdida.
No todos los jóvenes siguen una trayectoria estándar o lineal: terminar la secundaria, seguir la educación superior y trabajar. Muchos abandonan y retoman los estudios, trabajan y estudian, o solo trabajan, con o sin remuneración, y con más o menos carga de tareas domésticas (las jóvenes, sobre todo).
Estos son los grupos para los que la transición hacia la adultez será más compleja y por ende requerirán atención especial para lograr transitar hacia una con oportunidades. Finalmente, hay enormes diferencias entre las trayectorias y oportunidades disponibles para los y las jóvenes.
Las chicas, incluso aquellas que logran estudiar, enfrentan entornos –familiares, comunitarios, sociales– que valoran poco sus logros y conocimientos. Ellas enfrentarán una carga de tareas domésticas, discriminación y un trato diferenciado que limitará sus oportunidades de desarrollo. La política de juventud tiene que tener un fuerte y claro compromiso con la equidad de género.