La polarización política que vivimos se observa de forma espacial y generacional. Con la dimensión espacial de tal polarización nos referimos a la concentración de tipos específicos de preferencias políticas y electorales en determinados territorios, regiones o unidades subnacionales, una realidad que ha marcado buena parte del análisis político de los últimos meses, y que incluso se enuncia desde años atrás en relación con la existencia de “un Perú oficial y un Perú real”, o remarcando las diferencias entre “Lima y el Perú”. En realidad, parece claro que del desarrollo económico desigual se deriva la polarización socioespacial, y esto tiene un efecto en las respuestas políticas que se configuran en las sociedades. Otros países en América y otros continentes viven actualmente similares procesos que se explican además por cambios demográficos. Las poblaciones más jóvenes y dónde se concentren estas territorialmente contribuyen a remarcar y dar forma a esa polarización.
La última encuesta del IEP del mes de septiembre[1] registra la diferenciación espacial, pero también consigna otro tipo de diferenciación que actúa en interacción. Se podría decir que las dos categorías opuestas del continuum de edad de las personas entrevistadas reflejan orientaciones políticas muy distintas, casi en dos polos opuestos. Ubicando nuestra atención solo en la aprobación de la gestión del presidente Castillo en septiembre, además de ser mayor en el “Perú rural” (55%) en el sur y el centro (58%, 48%) y en el NSE D/E (49%), es notorio que fue también mayor entre los jóvenes de 18 a 24 años (48%). En contraste, era de solo 34% en los entrevistados de 40 y más años.
Además, son los entrevistados de los grupos de edad más jóvenes los que están de acuerdo “mucho/algo” con que el presidente Castillo “se preocupa por los que menos tienen” (69% en el grupo de edad de 18 a 24 años, 55% en el grupo de 25 a 39 años), “representa a gente como usted” (60% en el grupo de 18 a 24 y 54% en el grupo de 25 a 29), «tiene capacidad para gobernar” (54% en el grupo de 18 a 24) y “le inspira confianza” (50%). En contraste, los entrevistados de 40 y más años respondieron sumando altos porcentajes (48% y 58%) justamente en la categoría opuesta, es decir, consideran que el presidente tiene esos rasgos en los términos de “nada/poco”.
Esas tendencias se han observado antes y ahora, en Perú y en otros países. Por ejemplo, en Estados Unidos, el Pew Research Center, que suele poner atención a conocer los efectos que tendrán en la política los cambios generacionales,[2] describía en 2012 que 60% de los que en ese entonces tenían entre 18 y 29 años votaron por Obama, mientras solo el 44% de los de 65 y más años lo hicieron. Además, se registró que la aprobación a su gestión en los siguientes años se mantuvo sobre todo en ese grupo generacional (18-29 años), aunque sobre todo por razones étnico-raciales. Entonces, parece ser que ciertos procesos contemporáneos menos presentes en la discusión pública pueden ayudar a discutir esos patrones.
Es ineludible tratar el tema de los cambios demográficos. Al respecto, es importante anotar que en el caso peruano los ámbitos espaciales “sur”, “centro” y “oriente” no albergan homogéneamente a las poblaciones con estructuras de edad más jóvenes en el país. En realidad, varios departamentos del sur tienen las edades medianas más “viejas” del país, además de Lima y Callao (es el caso de Moquegua, Tacna, Arequipa, Puno). Es cierto sin embargo que el oriente es muy joven (Loreto, Ucayali, Madre de Dios y San Martín) y varios departamentos del centro presentan poblaciones bastante jóvenes (Huancavelica y Huánuco) (INEI, CPV 2017).
Descontando esos factores, otras explicaciones para entender estos rasgos de polarización generacional apuntan a considerar cómo ocurren los procesos de socialización política contemporáneos que tienen efectos en los más jóvenes, así como si sigue operativo el flujo o legado intergeneracional de las orientaciones políticas a través de las familias (Allen y Jennings, 1975[3]) , o si, por el contrario, en estas últimas décadas este flujo ha dejado de operar en la mayoría de espacios y grupos sociales, dando paso a la discontinuidad intergeneracional y a que fuentes extrafamiliares de socialización sean mucho más importantes (instituciones educativas, internet, medios de comunicación, grupos de amigos, grupos públicos). En ese sentido, parece evidente que una parte de la explicación sobre qué causa la polarización política actual en Perú podría encontrarse en que las influencias extrafamiliares de la socialización política tienen mayor peso en Lima y en algunas ciudades grandes, y que fuera de Lima y en los ámbitos del sur, centro y oriente del Perú las familias son la instancia preponderante de esta socialización, de modo que persiste operativo un flujo intergeneracional. No hay que olvidar además que en esos espacios prima cierta homogeneidad de los orígenes sociales para conformar lo que Goldthorpe llama “identidad demográfica”, lo que a su vez favorece cierta homogeneidad sociocultural y política (De Graaf y Nieuwbeerta citando a Goldthorpe)[4].
[1] Véase <https://iep.org.pe/noticias/iep-informe-de-opinion-setiembre-2021/>.
[2] Véase <https://www.youtube.com/watch?v=sGOo9-nNH2k>.
[3] Allen, Paul y Kent Jennings (1975). “Parents as ‘Middlepersons’ in Political Socialization”. The Journal of Politics, vol. 37, n.º 1: 83-107.
[4] De Graaf, Nan Dirk y Paul Nieuwbeerta. (1995). “Class Mobility and Political Preferences: Individual and Contextual Effects”. American Journal of Sociology, vol. 100, n.º 4: 997-1027.