[CRÍTICA Y DEBATES] «Cómo se percibía al Estado en la sierra sur antes de la reforma agraria. Una encuesta de 1959», por Raúl Asensio

Los historiadores somos acuciosos excavadores de documentos antiguos, pero a veces desconocemos lo que tenemos en nuestra propia casa. De no ser por una referencia que me proporcionó Richard Webb, no habría encontrado la colección de informes publicados en 1959 por el Programa Regional de Desarrollo del Sur del Perú, que se conservan a menos de veinte metros de mi oficina, en la biblioteca del Instituto de Estudios Peruanos.

Perú era en aquellos años un país muy diferente del que es en la actualidad, pero también con algunas similitudes significativas. El Programa era un esfuerzo conjunto de la cooperación norteamericana y del Estado peruano para promover la modernización de los departamentos de Apurímac, Arequipa, Ayacucho, Cusco, Madre de Dios, Moquegua, Puno y Tacna. En la línea de muchas intervenciones de aquellos años, partía de la premisa de que era necesaria una acción simultánea en diferentes ámbitos que propiciara un salto cualitativo en las dinámicas sociales y económicas. Solo de esta manera se podría poner fin a la situación de pobreza y postración de la región y, al mismo tiempo, evitar que prendieran en ella tentaciones revolucionarias que pusieran en peligro la estabilidad política.

El Programa contaba con la participación de numerosos científicos sociales, que antes de empezar las actividades sobre el terreno  llevaron a cabo más de cuarenta estudios sobre la realidad andina. Los temas tratados incluían recursos naturales, potencialidad agrícola, estado de las vías, medios de comunicación, entidades estatales, organismos privados que trabajaban en el sur, capital humano, características productivas y muchos otros aspectos de la realidad local. Incluso se llevaron a cabo algunas monografías  sobre comunidades para conocer los vericuetos de la sociedad andina y así poder transformarla.

Uno de estos estudios, a cargo del antropólogo norteamericano Richard Schaedel, consistía en un análisis de los gobiernos locales. Llegado al Perú unos años antes como parte de la primera cohorte de cooperantes posterior a la Segunda Guerra Mundial, Schaedel es un personaje que merecería por sí mismo un estudio completo. Sus aportes se extenderían por varias décadas e influirían en el desarrollo de disciplinas como la arqueología, la antropología, el urbanismo y las iniciativas de desarrollo rural. En esta ocasión eligió para su estudio varias localidades del departamento de Cusco. Le interesaba conocer cómo funcionaban los gobiernos locales, a qué presiones estaban sometidos, qué reformas podían realizarse para mejorar su desempeño y qué opinión tenía de ellos la población.

Uno de los métodos empleados por Schaedel para su indagación fue una encuesta aplicada a 299 personas en las provincias de Cusco y Canchis. Los entrevistados residían en la capital regional y Sicuani, así como en una serie de “villorrios” (término que corresponde aproximadamente a las capitales de distrito) y en “zonas rurales dispersas”. Comparada con las actuales, la metodología dejaba mucho que desear, pero aun así la encuesta constituye una ventana de primer orden para adentrarnos en las percepciones que los habitantes del sur andino tenían de sus autoridades en aquellos años.

La parte más interesante comienza con una pregunta directa: ¿quién gobierna el Perú? La respuesta, tal como se ha conservado en el informe, considera el nivel educativo de los encuestados. Visto con ojos actuales, destaca el enorme desconocimiento de la población analfabeta respecto a la realidad política peruana. El 63 por ciento de ellos afirmaba no saber quién gobernaba, mientras que solo el 27 por ciento mencionaba al presidente Manuel Prado. Schaedel reconocía que en ocasiones los entrevistados se mostraron desconfiados, lo que pudo condicionar sus respuestas. Sin embargo, habrían sido casos esporádicos, pues casi todos los participantes se mostraron deseosos de aportar su opinión, para lo que contaban con la ayuda de un traductor de quechua. Así que no hay razones para dudar de esta ignorancia.

Las respuestas cambian radicalmente en el caso de quienes sí habían asistido a la escuela. Incluso quienes solo poseían educación primaria mencionaban mayoritariamente a Prado (77 por ciento). Esta brutal diferencia ilustra la importancia política que, a mediados del siglo pasado, tenía la escuela como mecanismo de introducción a la vida política. Más allá del nivel educativo alcanzado, era el hecho de haber aprendido a leer y escribir lo que marcaba la diferencia. Los analfabetos, como sabemos, no podían votar. El carácter liminar de la alfabetización contribuye, sin duda, a explicar los enormes esfuerzos de los campesinos para lograr que se instalaran escuelas en sus comunidades. También explica la resistencia de muchos hacendados, que incluso llegaban a desmantelar las escuelas por la fuerza cuando por fin conseguían ponerse en marcha. Esta era una actitud inmoral, pero completamente racional desde el punto de vista de la conservación de su poder de clase.

Las diferencias sociales marcaron también la respuesta a otras preguntas. Cuando Schaedel indagaba sobre la institución estatal que los entrevistados consideraban más importante para sus localidades, las respuestas variaban según el tamaño del asentamiento. En Cusco, la entidad más destacada era la Corporación de Reconstrucción y Fomento (33 por ciento). Creada como parte de la respuesta estatal tras el terremoto de mayo de 1950, la CRYF fue adquiriendo competencias y recursos con el paso del tiempo hasta convertirse en un referente regional. Sin embargo, en el momento de la encuesta, se encontraba todavía en una fase de transición. Sus intervenciones aún se concentraban en la capital regional y apenas había comenzado a expandirse a otras provincias, por lo que casi no fue mencionada en Sicuani y el resto de los lugares incluidos en la encuesta.

En la capital de Canchis la institución estatal más valorada era la policía (24 por ciento), lo que probablemente se explica por la dimensión del abigeato en las provincias altas del Cusco. En los “villorrios”, en cambio, los entrevistados destacaban las escuelas (31 por ciento), resultado que se condice con lo señalado en los párrafos anteriores sobre la importancia de la alfabetización para la población de menores recursos. Las zonas rurales dispersas, por su parte, valoraban el papel de los gobernadores y de otros cargos afines, cómo tenientes de gobernador, delegados, entre otros (30 por ciento). Estos personajes, como sabemos por la literatura académica, eran para muchas comunidades el principal nexo con el Estado. Los gobernadores no solamente cumplían funciones administrativas, sino que en ocasiones también ejercían de mediadores o incluso actuaban informalmente como una primera instancia judicial.

Otra de las preguntas de la encuesta inquiría sobre la intervención más importante realizada en los últimos años por el Gobierno en la localidad de residencia de los entrevistados. En este caso, las respuestas consideraron las cuatro clases sociales en las que los expertos del programa dividían a la población andina: alta, media, baja y más baja. Esta última categoría incluía a la población rural campesina. Al igual que las demás preguntas, en esta también se evidencia el carácter heterogéneo de la sociedad cusqueña. Para la clase alta, de manera abrumadora, los servicios de agua, electricidad y caminos eran las intervenciones más valoradas (72 por ciento). La clase media apuntaba en la misma dirección, aunque con un porcentaje significativamente menor: 48 por ciento. En cambio, un enorme porcentaje de entrevistados de las clases baja y más baja respondía que no había ninguna intervención estatal destacada en sus comunidades: 47 y 39 por ciento respectivamente. Solo las escuelas aparecían en distante según lugar.

Con la vista puesta en el diseño del programa, en la última pregunta de tono político de la encuesta, Schaedel pedía a sus encuestados que mencionaran qué acción del Gobierno creían que sería más provechosa para sus localidades en caso de llevarse a cabo en los siguientes años. Para la clase alta lo más importante era un mejor desempeño de los funcionarios estatales (39 por ciento) y una mayor autonomía local (22 por ciento). Ambas respuestas, como se puede ver, apuntaban al ámbito administrativo-político. Empatadas con autonomía local, en segundo lugar se situaban las mejoras en la infraestructura local.

Para la clase media las prioridades eran similares, aunque con porcentajes diferentes. La autonomía local y las mejoras en la infraestructura eran más importantes que la del desempeño de los funcionarios. En contraste, para las clases baja y muy baja las prioridades eran más inmediatas: subía el porcentaje de quienes reclamaban infraestructuras (45 y 31 por ciento respectivamente) y aparecía con fuerza la demanda de ayuda a la agricultura (29 y 36 por ciento). Las demandas político-administrativas prácticamente desaparecían. Ni la autonomía municipal ni el desempeño de los funcionarios parecían prioritarios para el sector más desfavorecido de la población andina.

Schaedel reconocía que, dado lo limitado de la muestra y de las técnicas de recolección de información empleadas, la encuesta no era representativa de la toda la población del sur. Tampoco es posible realizar análisis más sofisticados, ya que únicamente contamos con los resultados incluidos en el informe. La base de datos se ha perdido. Aun así, la encuesta incluye pistas importantes sobre la realidad de Cusco en un momento clave de su historia, cuando el régimen oligárquico vivía su canto de cisne y se aprestaba a iniciarse una etapa de convulsiones que culminaría con el golpe de Estado de Velasco y la posterior reforma agraria.

Durante la actual crisis política Canchis ha sido una de la provincias más movilizadas Algunos elementos, como el enorme desconocimiento del presidente por parte de la población analfabeta o la predilección de los cusqueños urbanos por la CRYF, nos pueden parecer hoy vestigios de un pasado remoto; algo que probablemente solo sea de interés para historiadores o amantes de las historias locales. Otros, en cambio, continúan vigentes en mayor o menor medida. Las diferentes prioridades de las clases altas y bajas, la influencia del tamaño de la localidad en las percepciones sobre el funcionamiento del Estado, la sensación de abandono por parte de las comunidades rurales y la primacía de las demandas económico-productivas sobre las mejoras administrativas son elementos que siguen estando presentes en la actualidad.

La encuesta nos muestra que el mapa mental que los entrevistados tenían del Estado dependía de su ubicación geográfica y social. Sesenta y cinco años después esta heterogeneidad cognitiva sigue siendo un elemento clave de la realidad peruana. Recordarlo y analizarlo nos permitirá comprender en mayor medida la sensación de malestar e inconformidad de una parte significativa de los habitantes del sur del Perú, expresada de manera tan intensa en las últimas semanas.

 

Niñas jugando en una escuela rural
Fuente: Programa Regional de Desarrollo del Sur del Perú