Decía J. Cotler que las marcadas diferencias entre el mundo rural y urbano no podían llevarnos a pensar el Perú como una “sociedad dual”. La noción de sociedad dual, predominante en las ciencias sociales de la época, sostenía la coexistencia separada y anta-gónica de dos sociedades en un mismo país; de un lado la sociedad urbana, criollo-mestiza, industrializada, mercantil y moderna; y de otro la sociedad rural, predominantemente agrícola, indígena y quechuahablante, iletrada y tradicional.
Como consecuencia de esta percepción, el problema nacional se planteaba en términos de “no integración” del mundo rural-indígena, y, por tanto, se levantaban propuestas de políticas modernizadoras o de “integración” de la sociedad tradicional a la moderna. De esta manera, se legitimaba —con ropaje académico— un viejo discurso por el cual la tarea del Estado y de las élites político-intelectuales consistía en conducir a la población tradicional-indígena a la modernidad.
En cambio, para el joven investigador del IEP, el mundo rural y urbano no constituían realidades escindidas u opuestas. Por el contrario, formaban una única estructura de relaciones y estaban integrados por lazos de dominación, subordinación y dependencia. Así como el Perú y América Latina estaban insertos en una compleja trama de relaciones internacionales de poder, la sierra peruana formaba parte de un conjunto de relaciones asimétricas con Lima, la costa y el resto del país.
Es decir, la situación de la población rural-indígena no derivaba de su pertenencia a un supuesto mundo tradicional, sino que era consecuencia de su articulación subordinada y dependiente de los sectores urbano-mestizos. De esta manera, el planteamiento cotleriano no solo deshacía la imagen simplista de la sociedad dual, sino que apuntaba a que el problema clave residía en el cambio de dichas relaciones de dominación, subordinación y dependencia.
En una segunda línea de análisis, Cotler abordó el proceso del cambio social que experimentaba el Perú a mediados del siglo XX. Como consecuencia del crecimiento demo-gráfico, la modernización económica, la expansión de vías de comunicación y las migraciones internas, amplias capas de indígenas estaban en proceso de “cholificacion”; es decir, de transformación sociocultural. La experiencia indígena en las ciudades, su acceso a la escuela, su incursión en el pequeño comercio y su proletarización estaban dando lugar a un nuevo sujeto social, el cholo, a medio camino entre el indígena y el mestizo.
Estas mutaciones sociales, observó Cotler, expresaban la descomposición de la sociedad oligárquica y, en particular, de la hacienda como institución clave en la reproducción de las relaciones jerárquicas entre la población indígena y los mistis. Dicha descomposición se aceleraba con la politización del campesinado y la emergencia de movimientos agrarios que demandaban el acceso a la tierra, la educación y la participación política; en otras palabras, apuntaban a la transformación de las relaciones sociales que reproducían las desigualdades entre indígenas y mestizos, entre la sierra y la costa.
Las últimas páginas del texto de Cotler están dedicados al fenómeno de las guerrillas de 1965. Aunque estas fracasaron en su intento de montarse sobre las movilizaciones rural-populares para conducirlas a un proceso de insurgencia revolucionaria, esta perspectiva no estaba cerrada. El Perú oligárquico entonces aparecía confrontado a fuerzas sociales que pugnaban por su inclusión en la nación peruana y a sectores radicalizados que pretendían su disolución por la vía revolucionaria.
Sin embargo, en el horizonte cotleriano, la salida a la descomposición de la sociedad oligárquica consistía en la construcción de procesos de integración democratizadoras, en la universalización de los derechos ciudadanos y en la amplia representación política de los heterogéneos sectores socioculturales que componen el Perú. En sus propias palabras: “La creciente incursión del campesinado en los recursos políticos exige una nueva modalidad de integración social, basada en la participación plena de los diferentes sectores de la población en la distribución de los recursos sociales, y orientada a la conformación de un ‘pluralismo participante’. Para decirlo de otra manera, esta crisis persigue la nacionalización de la sociedad peruana” (p. 165).
El Perú que en su momento retrató Cotler fue el de una sociedad rural movilizada contra Lima y el régimen oligárquico. El texto fue escrito en 1967, antes del proceso de refor-mas militares, y, sin embargo, qué presente resulta la imagen de una sociedad confronta-da consigo misma, desgarrada por recurrentes brechas entre lo rural y lo urbano, con movilizaciones provincianas en demanda de su inclusión a la nación. Regresar a J. Cotler a través de sus Obras escogidas y a su propuesta de afianzar los procesos de integración democrática es también una manera de aproximarse a los dilemas del Perú actual.
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* J. Cotler, “La mecánica de la dominación interna y del cambio social”, en Obras escogidas, vol. 1, pp. 133-165.