Lady Camones, la nueva presidenta del Congreso, muestra un talante distinto al de su antecesora, María del Carmen Alva. Más afable, más tolerante, menos confrontacional. Las formas importan en este juego de poder, dirían los políticos más curtidos; pero bien saben ellos que en este teatro las formas suelen ser, la mayor parte de las veces, espejismos, y, por lo tanto, si uno se distrae, puede sucumbir al engaño.
Pero el talante de Lady Camones no es el único espejismo. La fragmentación de las bancadas también se presta para esta alegoría. Para muchos, la inscripción de cuatro listas en la competencia por la mesa directiva del Congreso, además de inédita, fue también una muestra del alto grado de parcelación de los intereses congresales, precedido por deserciones en varios partidos, entre ellos Perú Libre, que perdió a más de la mitad de sus integrantes. Sin embargo, comparados los resultados de la segunda vuelta de la elección de la mesa directiva de 2022 con la elección de 2021, el escenario no se ha trastocado drásticamente. Al margen del nuevo número de bancadas, los pactos entre los partidos que controlan el Congreso persisten con leves matices.
En la práctica, Lady Camones administrará las mismas fuerzas que sostuvieron a María del Carmen Alva. Para dar cuenta de esto, basta mirar la composición del bloque que se impuso en la segunda vuelta: Fuerza Popular, Alianza Para el Progreso, Avanza País, Podemos Perú, la facción alvista de Acción Popular, Somos Perú y Renovación Popular. En esta elección, el distanciamiento de la otra facción acciopopulista fue compensada con el arribo de los votos de Renovación Popular, la extrema derecha parlamentaria que obtuvo poco apoyo en la primera vuelta, y de Somos Perú; y este último se suma al bloque con asiento propio en la nueva mesa directiva.
Bajo esta mirada, no se prevé un giro importante en el comportamiento del Congreso. Junto a la agenda de la vacancia presidencial seguirán imponiéndose leyes de corte populista para congraciarse con algunos sectores descontentos de la población, y prevalecerán los pactos para seguir corroyendo importantes reformas como la universitaria. Ya en pleno cabildeo por los votos para hacerse de la mesa directiva, Camones dio muestras de ese ánimo al firmar la promulgación de la ley que quiebra la autonomía de la Sunedu pese al fallo judicial que había declarado su nulidad, dándole la espalda al Bloque Parlamentario Pro Reforma Universitaria del que formaba parte, y que se había opuesto a esta ley. A fin de cuentas, Camones optó por asegurarse los votos que necesitaba para instalarse en la presidencia del Legislativo, y en especial los de Alianza Para el Progreso, su bancada.
El matiz es el arribo de Fuerza Popular a la mesa directiva. La bancada fujimorista ha demostrado tener el mejor timón hasta ahora. No solo se ha pintado como compacta y coherente; también logró imponer su agenda anticastillista y provacancia sin tener que ponerse en primera fila ni pagar ningún costo político. Los fujimoristas entendieron bien el ánimo de la población respecto al Congreso y aprendieron la lección de su estrepitoso fracaso en el Legislativo que controlaron por completo entre 2016 y 2019. Quizá por eso optaron por evadir protagonismo alguno en la anterior mesa directiva, pero sí respaldaron a María del Carmen Alva y se hicieron del control de comisiones estratégicas, como la de Constitución. El fujimorismo, de diversas formas, ha sido el poder en la sombra en el año congresal que culminó en julio.
Sin embargo, esta vez han querido colocarse más cerca de los reflectores, aunque no en el centro mismo del escenario. Gracias a sus 24 votos, reclamaron para su bancada la primera vicepresidencia de la mesa directiva. De este modo, Lady Camones ha quedado sujeta a compartir decisiones importantes con Martha Moyano, uno de los cuadros más curtidos de Fuerza Popular. Así, la agenda fujimorista de la vacancia presidencial mantendrá su vigor. Al respecto, tanto Moyano como Wilmar Elera* y Digna Calle, vicepresidentes de la nueva mesa directiva, ya adelantaron opinión en sus primeras declaraciones. De acuerdo con ellos, Pedro Castillo debe renunciar, y, en todo caso, afirman, existen los motivos suficientes para iniciar un nuevo proceso de vacancia.
Este juego de la vacancia le costó caro a María del Carmen Alva y a Acción Popular, que terminó pagando los platos rotos. Esto, sumado a las acusaciones a seis congresistas de la bancada de coludirse con el presidente Castillo en una supuesta trama de corrupción, pulverizó el prestigio del único partido histórico en pie. La facción de estos últimos, en una pragmática alianza con Perú Libre y el bloque magisterial castillista, logró pasar a la segunda vuelta en una lista liderada por el ultraconservador Esdras Medina, el único disidente de Renovación Popular. Desde luego perdieron, porque combinar extremo pragmatismo con impericia política no termina bien.
Pese a su derrota, este bloque captó un número de votos que podrían evitar la vacancia presidencial. Sin embargo, las acusaciones de corrupción hacen que el escenario se torne cada vez más adverso al presidente Castillo. Si la mesa directiva decide encaminar una tercera moción de vacancia, es probable que esta vez sus promotores pisen a fondo, recurriendo a todas las estrategias posibles para alcanzar los votos necesarios. Wilmar Elera ya anunció que se insistirá en el proyecto de retorno a la bicameralidad y la reelección congresal sin acudir a un referéndum. Incentivos de este tipo quizá animen a algunos indecisos, porque a estas alturas nadie puede pretender que lo harán pensando en el bienestar del país, aunque así dicte la retórica y las formas congresales, esos espejismos a los cuales estamos demasiado acostumbrados.
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* Al momento de publicarse este artículo, Wilmar Elera renunció a la tercera vicepresidencia de la Mesa Directiva del Congreso, tras una sentencia impuesta por el Poder Judicial.