Por:
Rodrigo
Gil Piedra
RG: ¿Consideras que estas elecciones marcan una suerte de continuidad política o más bien representan una ruptura respecto a procesos anteriores?
YM: Depende de la perspectiva que tengas. En el corto plazo, en comparación con la elección de 2016, el panorama ha cambiado totalmente. Salvo por Fujimori y Mendoza, prácticamente todo el elenco de candidatos es nuevo. También las condiciones económicas son distintas. La desaceleración del crecimiento en los últimos años afecta a la política, pues evidencia con mayor fuerza problemas estructurales como la desigualdad, la falta de infraestructura, la ausencia del Estado. La pandemia ha agudizado todas estas falencias, varias de ellas emparentadas con el neoliberalismo, de modo que hoy se cuestiona seriamente este modelo, a diferencia de lo que ocurría hace cinco años. En ese sentido hay rupturas. Sin embargo, percibo al mismo tiempo continuidades. Estructuralmente, este es un país parecido al del siglo XX. Julio Cotler destacaba que el proceso de democratización social y económica se focalizó a partir de 1950 en Lima y la costa norte, postergando el desarrollo de la sierra, el sur andino y la Amazonía. En mi opinión, este patrón de desarrollo tampoco se modificó durante la bonanza económica de este siglo; fue en cierto modo un retroceso al siglo anterior, o quizá nunca terminamos de salir de él. Por ello este proceso electoral resuena tanto al de 1990. Tenemos una candidata de los sectores A/B, representante de la costa y de Lima, mientras que otro representa a los sectores C/D/E, a los grupos marginados de la sierra, a los pobres del país. Es el país dividido. La ironía es que Keiko Fujimori representa actualmente lo que fue Vargas Llosa en su momento.
RG: Con todo, los números de Pedro Castillo demuestran una “nacionalización” en su votación. A excepción de Lima, cuenta con un apoyo mayoritario en la mayor parte del país, en ámbitos rurales, urbanos, en todas las macrozonas, en diferentes estratos sociales. Keiko Fujimori, por su lado, si bien no tiene una performance electoral similar a la de procesos anteriores, puede convocar a los votantes de los sectores A/B en Lima y la costa norte, lo que le permite acceder a la segunda vuelta. Dentro de una campaña precaria, ¿en qué se basa el “éxito” de ambos candidatos?
YM: Debo incluir otro elemento en la respuesta, que no es una ruptura en sí, pero que permite diferenciar esta elección de las anteriores. Actualmente la fragmentación social y política es mucho más notoria; debemos hablar de una hiperfragmentación resultado de un proceso de larga duración, aunque agudizado especialmente en las últimas décadas. La fragmentación y polarización del electorado ha desembocado en la desaparición del centro político. Hoy más que nunca los partidos políticos no pueden representar a los intereses sociales. En medio de una pandemia, se instala un reclamo por una especie de “mano dura” que resuelva una situación extrema. Este contexto hiperfragmentado, polarizado y dominado por la pandemia es proclive a las candidaturas de Castillo y Fujimori. Pero es necesario tamizar este panorama. Por un lado, Pedro Castillo resulta ganador de la primera vuelta, pero ni siquiera alcanza el 20% de la votación. Estamos hablando de una votación como la de Verónika Mendoza en la elección de 2016, que no le sirvió para pasar a segunda vuelta. Por otro lado, los electores en Lima, los sectores A/B de San Isidro y Miraflores, desesperados por la situación sanitaria y la oferta política, rozan el 40% de ausentismo electoral, lo que beneficia indirectamente la candidatura de Keiko Fujimori, pues frena el crecimiento de otros candidatos de “derecha”. Por lo tanto, la hiperfragmentación, la polarización y la desconfianza en relación con el contexto general han resultado favorables para candidatos con propuestas de “mano dura” como Castillo y Fujimori.
RG: Un viejo argumento tuyo destaca los “comportamientos plebiscitarios” de ciertos grupos de la sociedad peruana, cuyas expresiones se manifestarían en los sectores medios-bajos y bajos. ¿Las demandas por “mano dura” están conectadas a tu idea de plebiscitarismo? ¿Existe un electorado que estaría dispuesto a renunciar a los procedimientos democráticos con tal de ver realizadas posteriormente sus expectativas y aspiraciones personales?
YM: Puede haber actitudes plebiscitarias; pero quiero resaltar que la principal preocupación de la gente ahora es sobrevivir. No interesa demasiado quién provea esas oportunidades, sea socialismo, comunismo, capitalismo, autoritarismo o democracia. Lo que quieres tú y tu familia es sobrevivir. Probablemente en Castillo sea más plausible encontrar algún tipo de solución, especialmente cuando el resto de candidatos no emociona a nadie. ¿Cuántos fueron a votar con expectativas? Quizá menos del 5% del electorado. Los partidos políticos son extremadamente débiles; son como una fachada; por consiguiente, no tienen la capacidad para convencer al elector de que su candidato y propuesta es la mejor. Y francamente la gente no tiene todo el tiempo del mundo para escuchar el debate político, menos las discusiones técnicas. La mayor parte de personas se informa políticamente en las actividades cotidianas, en el pasadizo de algún establecimiento, en el mercado, en los paraderos. Muchos deciden el mismo día de la elección, incluso en la fila de votación. Todo es de una precariedad tremenda. En ese escenario, Castillo resalta, pues es una novedad que promete mejorías. Después uno puede interpretar si un sector del electorado realmente quiere cambios radicales, o si prefiere mantener el modelo, o si valora más o menos la democracia. Pero en el fondo eso a la gente no le interesa, así como tampoco la interpretación que hagan terceros sobre su voto. Apoyarán al candidato que piensen pueda armar un gobierno eficiente. Y no creo que Perú sea un caso atípico; muchas sociedades empiezan a perfilar este tipo de electorado.
RG: A diferencia de las últimas dos elecciones, a Keiko Fujimori le toca esta vez correr por detrás del primer lugar. ¿Tiene chances de remontar la elección?
YM: Ella siempre ha generado muchas dudas. Su sinceridad está absolutamente cuestionada. Los últimos cinco años no ha hecho más que abusar de su poder, ser arrogante; algunos de sus comentarios en el debate de Chota mostraron una soberbia enorme. Reforzó los estereotipos sobre el limeño que las regiones tanto aborrecen. Esa no es la forma de hacer campaña. Además, Fujimori necesita una propuesta concreta, plausible, no se trata solo de prometer “abrir el caño” de los recursos, sino explicar cómo lo hará, a partir de qué mecanismos. En cualquier caso, su panorama es bastante complicado, porque necesita conquistar el voto de miles de electores que no la soportan. Para ello se necesita credibilidad, cosa de la que carece, y que, además, cuesta mucho construir en pocas semanas.
RG: La sensación general es que este modelo “no da más”, que se encuentra desgastado. La pandemia nos ha enrostrado sus falencias claramente. No son solo temas económicos; hay cuestiones políticas y sociales de fondo. Algunos demandan modificaciones graduales, otros aspiran a un cambio radical de las instituciones. Ahí está el pedido de convocatoria a una Asamblea Constituyente. ¿Qué deberá hacer el próximo gobierno para sopesar y procesar ordenadamente las múltiples demandas sociales?
YM: Se tiene que buscar un camino balanceado entre libertad e igualdad. No hay una panacea, no hay una respuesta correcta que resuelva todo. Es ensayo y error. Considero que la propuesta de una Asamblea Constituyente es más una ambición ideológica de cierto sector de la izquierda, cuando lo que la gente quiere es vivir tranquilamente, por lo que no sé si para ello el camino de una constituyente sea lo óptimo. Piensa que solo tienes cinco años de gobierno, y necesitas ser realista. Hace algunos años, un estudio de Barrantes, Cuenca y Morel comparaba el desarrollo económico y social de Cajamarca y Arequipa en la primera década del siglo XXI poniendo la lupa sobre el funcionamiento del presupuesto participativo. Los autores concluían que, más allá de los mecanismos institucionales existentes, un nivel más alto de desarrollo se alcanza en función de los consensos y los objetivos comunes que puedan suscribir los actores sociales, económicos y políticos. Sin orientaciones claras sobre cómo avanzar para conseguir una meta, las probabilidades de éxito se reducen. Con esto quiero decir que el próximo gobierno necesita construir entendimientos; debe fomentar una gestión en la que no necesariamente participen todos, pero que sí tenga la capacidad de generar consensos mínimos de amplia base. Por paradójico que suene, no creo que una Asamblea Constituyente siga esa línea, al menos en este momento. Volviendo al estudio citado, quizá Castillo por provenir de Cajamarca tiene en mente una idea de participación política asociada a la experiencia del presupuesto participativo. Pero, como se ha demostrado ampliamente, ese no parece ser el mecanismo más eficiente.
RG: Hablar de “consensos amplios” en el Perú suena a entelequia. Basta recordar lo vivido los últimos cinco años. El reto será mucho mayor a causa de la emergencia sanitaria y la crisis económica. ¿Habrá oportunidades para construir niveles mínimos de gobernabilidad?
YM: Soy bastante pesimista porque la experiencia histórica no nos permite tener altas esperanzas. Aunque siempre hay posibilidades de asegurar una mínima gobernabilidad. El desafío es enorme particularmente en el Perú. Si bien en el pasado se han logrado establecer consensos mínimos entre el Gobierno y el Congreso, los próximos cinco años exigen mucho más que eso. Debe establecerse una alianza efectiva, proactiva, que incluya a diversos actores; hablo de un entendimiento poderoso. Este será todo un reto para los actores políticos, sociales y económicos. Ahora, los candidatos deben comprender que sus promesas de campaña son una cosa, y otra cosa es gobernar. Es una dinámica totalmente distinta. Hoy la lógica de Castillo es movimientista; se apoya sobre los movimientos sociales y las organizaciones de base; pero conducir al país es otro rollo. Es importante armar equipos de gobierno eficientes. Me pregunto cómo haría el gobierno de Castillo para manejar el tema de la minería, una actividad fundamental en la economía peruana. Por supuesto, no se trata de aceptar cualquier inversión extranjera, pero tampoco se trata de rechazarla completamente. Me preocupan las posiciones extremas porque no son realistas, y pueden generar efectos perjudiciales en los próximos años.
Sobre Yusuke Murakami