El periodista alemán Sascha Lobo señala que las noticias falsas (o fake news) son formas tecnificadas del rumor mediante las que se busca ejercer influencia política cuya intención es generar lazos de comunidad entre los usuarios que las comparten. Este tipo de noticias han proliferado en el contexto nacional e internacional durante los meses de la pandemia. En el caso peruano, las noticias falsas se presentaron predominantemente como desinformación en temas de salud o medicinales. Destacó así la difusión de medicinas, recetas o “curas milagrosas” para combatir los efectos del coronavirus; fake news que tuvieron como caja de resonancia a una serie de actores. Algunos grandes medios de comunicación, por ejemplo, no tuvieron la capacidad de filtrar sistemática y exigentemente la información —que debió estar basada en evidencia científica— que compartían con la población. También desde las redes sociales distintos usuarios y organizaciones difundieron datos respecto del virus y de sus potenciales remedios, que compartidos sin ningún tipo de comprobación previa podían poner en grave riesgo la salud de las personas que confiaban en su veracidad. Además, numerosas autoridades y representantes hallaron en el deliberado impulso de la desinformación una forma de obtener beneficios políticos inmediatos o futuros, y aprovecharon el miedo y la incertidumbre instalados entre la población.
Con todo, la diseminación masiva de noticias falsas en el medio peruano no solo tuvo un correlato en la esfera sanitaria, sino también en el campo de la política. Entrado el mes de noviembre, los eventos políticos que precipitaron la caída de dos gobiernos y la conformación de un tercer Ejecutivo, incluidas manifestaciones, heridos, desaparecidos y dos jóvenes fallecidos de por medio, crearon el terreno adecuado para la aparición de una nueva oleada de desinformación política.
Desde el Instituto de Estudios Peruanos se organizó una mesa verde virtual a fin de reflexionar sobre las fake news y la desinformación en el Perú. En este evento, se discutió sobre las causas y los efectos de la propagación de las noticias falsas en nuestro país, un fenómeno cada vez más relevante para comprender las dinámicas políticas, sociales y digitales; más si se toma en consideración el contexto de las elecciones presidenciales, cuando las noticias falsas y deliberadamente promovidas, como ha sucedido en otros países de la región, tratarán de afectar las decisiones de los electores.
Una primera conclusión del evento es que el manejo incoherente e incluso contradictorio del problema sanitario de la pandemia por parte del Gobierno central allanó el terreno para la proliferación de la información falsa relativa a los medicamentos adecuados para el consumo de la población. Asimismo, se destacó que si bien las fake news han cobrado una particular relevancia en la era de las redes sociales, este fenómeno es tan solo la reactualización de un tema antiguo, pues algo similar ocurrió durante el régimen fujimorista a través del control de las publicaciones de la prensa escrita en los años noventa.
Por otra parte, se enfatizó que la desinformación en los medios de comunicación no pasa solo por la promoción deliberada de mentiras sobre individuos y temas concretos, sino también por el silenciamiento de los hechos, la formulación de eufemismos y las medias verdades acerca de los temas de interés público. En torno a las movilizaciones de noviembre, se resaltó hasta qué punto las dinámicas inherentes a las redes sociales como la “viralidad” y la “performatividad dramática” permiten que un movimiento en ellas gane tracción y masividad en un lapso de días. Finalmente, se expresó la necesidad de ser rigurosos en lo relativo a la definición precisa de los términos de la discusión, pues conceptos como “posverdad” y fake news, por ejemplo, si bien se emplean indistintamente debido a su semejanza, no responden exactamente a los mismos fenómenos.
Antes de culminar, nos parece interesante presentar algunas de las razones que explicarían la aparición y masificación de las noticias falsas en el contexto peruano. Una posible explicación colocaría como hito el año 2016, un parteaguas en cuanto a desinformación y sus impactos a escala global y local. En dicho momento, se encadenaron dinámicas nacionales con condicionamientos externos que tuvieron efectos en la desconfianza de la población. Por un lado, la elección general de 2016 ensanchó la polarización política en el país y dividió a la sociedad en grupos sin mayores canales de comunicación. Aunado a la histórica desconfianza interpersonal se añadió un grado de intolerancia política que se tradujo en la beligerante relación entre el Ejecutivo y el Legislativo, así como entre los grupos sociales. En este movimiento de distanciamiento —que se ha ido agrandando con el paso del tiempo— han operado favorablemente las redes sociales mediante la proliferación de las “cámaras de eco”, que no son más que la circulación interna de las opiniones entre las divisiones sociales.
Ahora bien, ese mismo 2016, la victoria de Donald Trump y el discurso manejado tanto por él como por su administración mellaron en la credibilidad de los medios de comunicación, los que fueron mayoritariamente etiquetados como fake news. Si bien esto no tuvo efectos directos e inmediatos sobre los medios nacionales, es frecuente oír en manifestaciones de todo tipo reclamos contra la “prensa basura”. Ese mismo año, el descubrimiento del megacaso Lava Jato y sus ramificaciones en el ámbito peruano acentuaron la desconfianza en relación con la clase política del país, lo que permite que la desinformación en torno a los principales actores políticos se propague con mayor facilidad y rapidez, en tanto la crisis de desconfianza es transversal. Finalmente, como ya mencionamos líneas arriba, la pandemia mundial propició —especialmente en los primeros meses— un estado de incertidumbre en la población que abre las puertas para la entrada de información sesgada y mentirosa.