Por el momento, son dos los principales frentes que tiene el presidente Pedro Castillo: un frente político, que consiste básicamente en las relaciones con la oposición parlamentaria, y un frente social, que radica en el respaldo o rechazo que la ciudadanía pueda manifestar ante sus actos de gobierno, particularmente con respecto a la política económica.
En el frente político, el gabinete presidido por Guido Bellido tuvo como estrategia la confrontación para contrarrestar las arremetidas de los grupos ultraconservadores en el Congreso, arremetidas que pretendían desconocer la legitimidad de las elecciones y, una vez que Castillo asumió el gobierno, generar una situación de ingobernabilidad para crear las condiciones de una vacancia presidencial.
Sin embargo, la concesión del voto de confianza al gabinete Bellido evitó que la confrontación verbal escalara a un pedido de cuestión de confianza por parte del Ejecutivo y la situación se aproximara a un escenario de disolución del Congreso o de vacancia presidencial. Aunque la interpelación a alguno de los ministros puede reactivar las confrontaciones entre el Ejecutivo y el Congreso, el nombramiento de Mirtha Vásquez como premier y el cambio del ministro de Trabajo, Iber Maraví, desinflaron parcialmente esta posibilidad.
En realidad, el gabinete Vásquez abre un nuevo escenario. Si los dos primeros meses de gobierno estuvieron absorbidos por el frente político, el anuncio del expremier Bellido de la renegociación del gas (cuyo logro principal sería la masificación del gas doméstico) y el lanzamiento de la segunda reforma agraria (un paquete de medidas para repotenciar la agricultura familiar) significaron que el Gobierno daba sus primeros pasos en el frente social.
Esto no quiere decir que el frente político, donde todavía se escuchan las voces airadas de los grupos ultraconservadores, se cancela o deja de tener relevancia, pero considero que los anuncios de Castillo colocan el énfasis en este segundo frente. La opacidad de las políticas de gobierno empieza a esclarecerse. Asimismo, las declaraciones de la premier Vásquez acerca de que la Asamblea Constituyente no es una prioridad del Gobierno dice mucho de los golpes de timón que Castillo está dispuesto a dar.
De otro lado, el gabinete Vásquez tiene un mejor perfil para moverse en el frente social. Y es aquí donde está la prueba de fuego del gobierno de Castillo: satisfacer las expectativas redistributivas y la ampliación de los servicios públicos que acorten los desequilibrios entre las ciudades y las zonas rurales. Esta es la gran esperanza que ha generado Castillo, tanto por su discurso como por su procedencia: la reivindicación social de las provincias.
Por supuesto, los éxitos o fracasos del Gobierno en el frente social tienen consecuencias en el frente político, pero conviene diferenciar los dos ámbitos. Por ahora, la aprobación presidencial en el interior del país, según la última encuesta del IEP (26 de septiembre de 2021), es de 48%, mientras que en la capital apenas llega a 25%. La población rural que votó por Castillo es también la que está dispuesta a manifestarle su respaldo. De manera que la segunda reforma agraria y la masificación del gas resultan congruentes con la necesidad de responder y mantener dichas bases de apoyo.
Si bien todavía no sabemos qué resultará de la renegociación del gas, ni cómo y en qué tiempos se implementará la segunda reforma agraria, su performance marcará la suerte de Castillo. De tener un éxito relativo, pueden convertirse en las señas de la gestión del profesor, algo que lo diferenciaría de Ollanta Humala. Este gobierno apenas empieza, por lo que debemos esperar los pasos siguientes y nuevos anuncios para evaluar su desempeño. Entre tanto, Castillo tiene una aprobación mayor que la del Congreso.
Pero además de los logros que pueda conseguir o no Castillo en el frente social, estos tendrán consecuencias en las elecciones municipales y regionales de octubre de 2022. En realidad, Gobierno y oposición deben estar preparando sus movimientos para dicho escenario. Dada la situación de confrontación, esas elecciones pueden tener un mensaje plebiscitario. Si las organizaciones de izquierda que sostienen a Castillo obtienen una representación significativa, por lo menos en las principales provincias del país, el Gobierno se verá fortalecido. Si, por el contrario, las izquierdas son duramente derrotadas, con una votación mucho menor al 18% que obtuvo Castillo en la primera vuelta, el Gobierno de Castillo puede verse seriamente mellado y alentar la reactivación de las estridentes voces de los grupos ultraconservadores.