Luego del cierre ocasionado por la pandemia, la reapertura turística se vio acompañada por una demanda previsible, que ha ocasionado la situación crítica que vemos en estos días. Diversas protestas de los pobladores y comerciantes del pueblo de Machu Picchu (antes Aguas Calientes, la localidad más cercana a la llaqta y adonde llegan los turistas para ascender hasta ella), así como de visitantes que exigen el incremento de la venta de entradas, evidencian una situación sumamente delicada. La respuesta gubernamental, a través del Ministerio de Cultura, ha consistido en el anuncio de la restitución del aforo previo a la pandemia; pero esto no resuelve los problemas de fondo, y podría ser un elemento más en una situación de riesgo sumamente preocupante.
Llegar hoy a Machu Picchu es una verdadero vía crucis que, para muchos turistas extranjeros, tiene el sinsabor del alto costo del transporte ferroviario (privatizado en manos de dos empresas tremendamente repudiadas en el Cuzco, que venden dicho servicio en dólares, a precios más caros que los de trenes similares en otros lugares del mundo). Para los turistas nacionales, el calvario comienza con la obtención de las entradas y prosigue con la búsqueda de los boletos del denominado tren local, que pueden pagarse en soles, pero únicamente de manera presencial, en las estaciones ferroviarias privatizadas. Entrar en ellas en búsqueda de los asientos de tren local es sumergirse en un ambiente en el cual pululan los maltratos, la discriminación y el simple engaño. La empresa Perú Rail administra a su antojo la venta de dichos asientos, buscando calmar a los cuzqueños y vender al resto de turistas nacionales los boletos para extranjeros. La privatización del servicio ferroviario a Machu Picchu ha sido un pingüe negocio para las empresas, pero ha significado un acontecimiento lesivo para el Cuzco y, en general, para los ciudadanos peruanos ilusionados con el sueño de llegar a conocer la llaqta inka.
Las agencias turísticas formales e informales, que asedian a los viajeros ofreciéndoles todas las soluciones (tours, entradas, transporte, guía, hospedajes, etc.), conforman otro grupo de interés importante en la cadena de actores que actúan alrededor de Machu Picchu. En ausencia de una adecuada regulación y formalización de sus actividades, pueden ser una piedra más en los zapatos de los turistas, incluyendo el riesgo de estafas y sobreprecios. También es cierto que muchas agencias sí brindan servicios de calidad, que contribuyen enormemente a la experiencia única de visitar la llaqta.
Una localidad que en los últimos años ha incrementado significativamente su dinamismo socioeconómico, debido fundamentalmente a la concentración del transporte ferroviario hacia Machu Picchu, es el pueblo de Ollantaytambo. Allí operan intermediarios de las agencias, comerciantes, transportistas, dueños de hoteles y otros, que junto a la municipalidad local buscan obtener mayores beneficios derivados del negocio turístico. Lo escandaloso es que muchos turistas maltratados diariamente deben hacer enormes colas, durante horas, de día y de madrugada, a fin de obtener los ansiados boletos de tren local que les niegan en las boleterías de Perú Rail en el Cuzco. Indigna escuchar frecuentemente en los medios masivos las peroratas del señor Rafael López Aliaga, propietario de esta empresa y excandidato presidencial, sobre la calidad de lo privado, cuando sus propios negocios evidencian todo lo contrario (por supuesto, no para el grupo exclusivo de turistas privilegiados con los servicios VIP, que deben pagar enormes sumas de dinero).
En Machu Picchu pueblo, los dos actores fundamentales son la municipalidad distrital y los grupos de comerciantes que ofrecen servicios de hospedaje, alimentación y otros. Su demanda principal inmediata consiste en el incremento del aforo a Machu Picchu y la venta de buena parte de los tiques de ingreso por parte de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Cusco (el ente regional del Ministerio de Cultura responsable de la administración del sitio patrimonial). La razón de ello es que el incremento del flujo turístico arrastraría una mayor demanda de servicios. También en esta y otras localidades de la zona existe el reclamo para incrementar el acceso vehicular mediante nuevas vías, como forma de quebrar el monopolio del transporte ferroviario, pero también de aumentar el número de visitantes.
Transcurrida la fase más crítica de la pandemia, y bajo las condiciones de imparable crecimiento de la industria turística global, resulta obvio que las presiones de acceso y mayor aprovechamiento de Machu Picchu no van a disminuir, sino todo lo contrario. Dos cuellos de botella que resulta fundamental resolver, a fin de contar con condiciones adecuadas para preservar el sitio patrimonial y simultáneamente conseguir una administración eficaz de la demanda turística, radican en el tema del transporte y la gestión estatal. La privatización del transporte ferroviario en beneficio exclusivo de las empresas ha sido una “solución” contraproducente, ineficiente e inaceptablemente discriminatoria. Se trata a estas alturas de un problema en lugar de representar una alternativa viable en beneficio de todos. Pero es claro que, en adelante, el transporte ferroviario debe seguir siendo la única forma de acceso hasta la llaqta. En cuanto al traslado mediante buses desde Machu Pichu pueblo, hace rato están planteadas diversas alternativas de mejora, que permitan preservar el entorno, así como el derecho de la localidad a percibir ingresos.
Respecto a la gestión estatal o pública, un problema acuciante consiste en la dificultad de conciliar nociones y expectativas del Estado central y de la región del Cuzco en torno a la “joya de la corona” nacional que representa Machu Picchu. Criterios básicamente económicos, de promoción turística y de preservación patrimonial se enredan con problemas de competencia y legítimas reivindicaciones regionales que han venido complejizando la posibilidad de una adecuada gestión. Para el Cuzco resulta imprescindible conseguir mayor autonomía y competencias largamente demandadas. Para el Ministerio de Cultura, Machu Picchu es el tipo de prendas que el presupuesto nacional no puede dejar ir fuera de su control.
Entretanto, no hay mucho tiempo por perder en adelante. Las presiones e intereses de distinto tipo, que apenas hemos empezado a describir en los párrafos previos, siguen acentuándose y poniendo en riesgo la preservación de la inigualable llaqta inka que todos los peruanos y peruanas tenemos el derecho y privilegio de sentir nuestra.