Resumen de comentario presentado en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (6 de octubre de 2022).
Los organizadores del evento me han generosamente invitado a comentar acerca de los efectos de los discursos programáticos y los movimientos sociales en el escenario electoral subnacional. Esta tarea encargada es, por supuesto, en medio de un proceso que no ha culminado aún por completo, enormemente complicada de dilucidar, más aún cuando el foco de la discusión está colocado sobre la arena subnacional. Con todo, iniciaré mi presentación señalando que, corriendo el riesgo de ser desmentido más adelante por los “hallazgos” de nuestros colegas politólogos, es posible indicar con cierto grado de certidumbre que la presunta influencia de los discursos y movimientos en las arenas regional, provincial y distrital es magra o, incluso peor, inexistente.
La “gran” reforma de la descentralización iniciada hace veinte años no logró corregir los principales problemas de la política nacional. Es más, varios de dichos inconvenientes fueron replicados y empeorados en los nuevos espacios de competencia política. La fragmentación política (o hiperfragmentación en los casos peores), volatilidad, débil enraizamiento, personalismo u desarticulación entre lo nacional y lo regional —desideologización, por ejemplo— son algunos de los rasgos claramente establecidos en el diagnóstico del funcionamiento de la política peruana, tanto a escala nacional como subnacional.
De otro lado, discutir sobre “movimientos sociales” bien constituidos en el Perú es, por decir lo menos, exagerado y polémico, en mi opinión. Salvo en algunos casos, tema sobre el que volveré al final de mi comentario, los movimientos sociales no funcionan como tales; lo que tenemos son organizaciones sociales (que pertenecen a movimientos más amplios, pero sin organicidad) que se activan en función de las demandas coyunturales, pero que no tienen mayor capacidad de articulación horizontal ni vertical entre organizaciones, actores y temas de agenda comunes. Los mal llamados movimientos nacen y mueren a la misma velocidad con la que se abren y cierran las puertas de un conflicto particular.
Me cuesta mucho, entonces, y lamento decepcionar (un poco) a quienes me encargaron esta ponencia, afirmar que exista algo así como la influencia de discursos programáticos y de los movimientos sociales en las elecciones subnacionales. En ese sentido, los últimos resultados confirman tendencias y características de mediana duración en lo que atañe a la política subnacional peruana. No hay nada nuevo bajo el sol.
En todo caso, valdría la pena identificar algunos ejes esenciales sobre los que sí se ha podido establecer desde la competencia política regional durante los últimos veinte años. Tres, en mi opinión, son claros: 1) la oposición de las regiones al centralismo limeño (aunque cada vez menos importante), 2) el rechazo ciudadano a las empresas extractivo-mineras (lo que explica votaciones en áreas como las comprendidas en el corredor minero) y 3) la demanda por mejores políticas de seguridad ciudadana (sobre todo en Lima y en el norte del país).
Pero también debemos reflexionar acerca de cómo votan y cuán diferente se comportan los electores en elecciones nacionales y subnacionales. Me parece problemático que algunos analistas evalúen los resultados electorales a través de lentes que no tengan la capacidad de distinguir la racionalidad detrás del voto en periodos disímiles. Coloquemos un ejemplo concreto: se ha hablado bastante sobre la “deficiente” performance electoral de Fuerza Popular el último domingo. El fujimorismo no gana como se presume de antemano, y ello es sorprendente para muchos observadores. Pero si mañana se celebrara una elección extraordinaria parlamentaria, muy probablemente Fuerza Popular superaría la valla y ganaría representación legislativa sin siquiera hacer uso de alianzas u otro tipo de acuerdos políticos para mantenerse vigente en la arena institucional. ¿Cómo explicar la diferencia?
No cuento con el tiempo adecuado para elaborar una respuesta más precisa, pero diría que, en resumen: 1) algunos partidos políticos (como el fujimorismo) han logrado construir “marcas partidarias” más potables a escala nacional que subnacional; 2) en comicios subnacionales, la demanda clave entre los electores es una gestión eficiente y pragmática de los recursos públicos desde las administraciones regionales y municipales (por lo tanto, pesan menos cuestiones político-identitarias); 3) acceder al poder depende de los recursos individuales (monetarios y personal-carismáticos) de los candidatos en contienda. Así, lo que se expresa en elecciones subnacionales es, por un lado, desde la ciudadanía, una demanda por buenas gestiones regionales y locales, basadas en el manejo eficiente de los recursos públicos a fin de contribuir al bienestar comunitario; y, por otro lado, una oferta de políticos bastante precaria que trata de alcanzar dicha demanda mediante el uso de capitales individuales, donde quien suele triunfar es el que puede acumular la mayor cantidad de recursos antes de la elección.
Me gustaría finalizar avanzando algunas líneas de reflexión sobre el caso de Renovación Popular en Lima Metropolitana. Su triunfo, en parte, y esto es una hipótesis en exploración, guarda relación con la efectiva politización de un movimiento social, uno de naturaleza conservadora y que ha logrado hacer base en la capital primordialmente. Sostengo que, como la literatura ha demostrado en el análisis de otros movimientos latinoamericanos y globales, Renovación Popular muestra cómo puede “transitar” un (contra)movimiento hacia una organización política electoralmente competitiva; de las calles al Estado, con el objetivo de desplegar una agenda específica desde las instituciones. Así pues, considero que el triunfo de Renovación Popular en la alcaldía metropolitana y en otros distritos satélites no es necesariamente el resultado de una contienda ideológica entre conservadores y progresistas/izquierdistas.
La victoria de Rafael López Aliaga se entiende mejor desde, por un lado, la amplia difusión de la imagen de “empresario exitoso” del candidato (apoyado por los medios de comunicación), quien gracias a su experiencia en los negocios privados habría logrado convencer a sus electores de que cuenta con las habilidades requeridas para lograr un buen gobierno municipal; y, por otro lado, siendo este quizá el punto clave, la maduración del proceso de politización de los actores conservadores que, de la mano de Renovación Popular, han logrado desarrollar capacidad de fuego y conquistar al Estado en los últimos años, primero a través de la bancada parlamentaria y ahora desde una plaza importante, mediática y decisiva como es la capital del país.