La campana (rajada). Los 50 años del IEP

Con motivo de nuestro 50 aniversario, el experto en educación e investigador principal del IEP, Ricardo Cuenca, reflexiona sobre lo que significa el Instituto para él.

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Por Ricardo Cuenca 

Cada vez que suena la campana del patio de la casa de Horacio Urteaga se inicia una marcha particular. Todos —más o menos cansados, más o menos entusiasmados— caminamos hacia la Mesa Verde convencidos que hay algo que escuchar, que hay algo que decir. Y es que en el IEP, el tañido de la campana se convierte en un llamado al encuentro. Algunos nuevos investigadores y visitantes advierten que la campana está rajada y alertan. De manera automática se escuchan las voces de respuesta que al unisono dicen: «Está así hace años». Nadie debe saber con certeza desde cuando está así y es posible escuchar, a la sombra del suche, varias hipótesis sobre el tema y también algunas posibilidades de solución. No importa. La vieja campaña rajada suena para avisarnos que es tiempo para discutir de la actual coyuntura política, de los resultados de una investigación o del diseño de un nuevo proyecto.

Y es que eso es para mí el IEP. Un espacio en permanente tensión, creativa y retadora, entre «lo de antes» y «lo de mañana». Entre seguir siendo lo que somos y construir lo que queremos ser. Entre el recuerdo del viejo proyecto «Perú Problema» y la expectativa por el nuevo programa institucional «Estado y Sociedad en el Perú de Ingreso Medio».

Ya hay varios y muy buenos balances sobre la producción académica del IEP y el impacto de esta en la vida nacional. Probablemente luego preparé alguno sobre la contribución iepina a la reflexión educativa en el país. Pero ahora, con genuina actitud celebratoria, solo quiero compartir la felicidad, el orgullo, el reto y la responsabilidad que significa cada semana tomar el café de los lunes (para los comentarios políticos de rigor) con Julio, el «moin moin» tempranero a Golte (y a veces tempranero a Ludwig), las consultas a Vicky en la biblioteca, la conversa sobre todo y desde la ventana con Pati Z., otro (rápido) café con Carolina para un salpicado de coordinaciones, el intercambio sobre el Estado en el pasillo con Romeo (perturbando el silencio de Ramón), un pucho (antes) en la oficina de Camsi para ponernos al día, nuestro proyecto trunco (parece que ya no más) sobre indígenas con Marisa, de tanto en tanto un veloz (y racional) análisis político con Tanaka y las largas conversas con Natalia, Caro de Belaunde y Marianasolucionando la educación (y a veces la vida).

En esos cafés, en esos pasillos, en esas Mesas emergen nuevas ideas, desaparecen otras y se confirman algunas. En cada una de esas conversas aprendemos y enseñamos; nos peleamos y nos amistamos; acertamos y nos equivocamos; buscamos nuevas pistas y también regresamos a las viejas fórmulas. Pero una idea permanece tercamente en cada uno de esos espacios: ¿qué nuevas preguntas necesitamos para comprender mejor al Perú?

Así, como la vieja campana rajada, seguimos siendo lo que somos. Criticamos y nos criticamos. Permanecemos a la vez que cambiamos. Buscamos ser más auténticos. Desafiamos el tiempo.

¡Felices 50 años IEP!

Fuente: Palimpsestoeducativo.blogspot.com